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Cádiz

El foco permanente

  • Todo lo que hace o dice el alcalde en su vida pública y a veces en la privada genera acalorados debates

El alcalde José María González Santos decía el pasado jueves a sus correligionarios en una asamblea de Podemos que "los símbolos y los gestos están copando el debate" de su gestión, en vez de las medidas puramente políticas como los comedores sociales y otras: "Sabíamos que había que hilar muy fino entre las propuestas y los símbolos" dijo en su intervención para tratar de justificar su presencia días atrás en Santa María para recibir su medalla como hermano del Nazareno, tal y como tradicionalmente le corresponde a todos los miembros de la Corporación.

González se ha dado cuenta de que la llegada a la Alcaldía de una formación como la suya viene acompañada de muchas más cosas que de la esperanza para unos y el rechazo para otros. Cada paso que da, cada gesto, viene acompañado de un debate acalorado que en muchos casos responde también a la filiación política de cada cual. Ser alcalde de una ciudad como Cádiz y viniendo de donde viene le hace estar metido en un gran hermano donde se le va a escudriñar lo que haga, cómo lo haga, lo que diga y lo que deje de decir. Es el foco permanente puesto las 24 horas del día sobre su persona.

Algunos dirán que eso va con el cargo y quizás no le falten razones, pero no se recuerda esa presión ciudadana hacia Teófila Martínez en sus inicios y mucho menos hacia Carlos Díaz. Quizás es lo que tiene salirse de la norma, de la imagen estereotipada del político al uso.

Hay charcos en los que le han metido otros sin tener culpa de nada, como el arriado de la bandera y la lengua larga del cónsul alemán en Cádiz; en algunos se ha metido él mismo, como el desplazamiento del retrato del rey emérito (que no retirada) en su despacho de Alcaldía y su opinión sobre el mismo al hablar sobre parecidos hechos en Barcelona, o sus declaraciones sobre los tatuajes en el pecho con la imagen del Nazareno del algunos de sus votantes. En cualquier caso, todo adquiere una gran magnitud.

Kichi podría saber al convertirse en alcalde que todo lo que hiciera iba a tener una gran repercusión, pero quizás con lo que no esperaba contar es con que se creara un debate sobre el tiempo que pasa con sus hijos y la conciliación familiar y cómo puede afectar eso a su gestión y, mucho menos, por su forma de vestir.

Kichi es una figura mediática y por este concepto se entiende que acapara mucha atención por parte de los medios de comunicación que trasciende más allá de Cortadura, pero también lo es de las redes sociales donde hay mucha gente esperando la mínima para tirarle la piedra o subirlo a los altares.

Pero González, dentro de ese cursillo acelerado que está recibiendo en estos primeros 50 días de gobierno, está demostrando ser una persona lista, receptiva con las críticas y capaz de rectificar cuando considera que es necesario. El caso de la compra del traje para ir a determinados actos o recibir a autoridades es un buen ejemplo de ello. Y hay otra cosa más importante, sabe escuchar para convertirse en el alcalde de todos los gaditanos sin perder su esencia.

De momento los símbolos están ganándole a las propuestas y tendrá que ir pasando tiempo para que la balanza se vaya inclinando hacia el otro lado. En este aterrizaje en plena tormenta ahora mismo le conviene que el foco se sitúe en los elementos secundarios. Más adelante le tocará responder de la gestión pura y dura. Lo que es seguro que tendrá que acostumbrarse a las cámaras que suponen los ojos de los gaditanos y media España en esa especie de gran hermano que se ha convertido su vida.

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