Pepe Berenguer. Sastre

"Vejer me resucitó y es donde he hecho mis mejores obras"

  • Después de muchos años de aguja e hilo en su tierra natal, volvió a nacer para la costura en Vejer, donde le ayudó, y mucho, el que fuera alcalde Antonio Verdú.

VEJER de la Frontera le abrió el corazón en sus peores momentos. Allí encontró el amor y las ganas de volver a vivir, recuperando la pasión por su oficio. Pepe Berenguer es un gaditano que se recordará por su aportación al mundo del Carnaval y por su maestría en la alta costura campera.

-¿Cómo empezó en el mundo de la sastrería?

-Al salir del colegio, La Mirandilla, mi madre me metió de aprendiz en la sastrería de Manolo Barreiro, en la calle Jesús Nazareno. Para quitarme de la calle, donde me pasaba todo el día jugando a la pelota.

-¿Tenía usted alguna vocación de sastre?

-Para nada. Fue una sastrería pero podía haber sido una fontanería. Barreiro era muy buena gente, un maestro, mi maestro en confección general, y mi madre lo convenció. Tenía un taller de treinta y tantas mujeres. Entonces se empezaba a llevar la minifalda. Y entre tantas piernas me dije: yo me quedo aquí. Él estaba muy interesado en enseñarme. Era muy listo. Y a mí empezó a gustarme la sastrería. Barreiro se fue una temporada a Barcelona por su trabajo y mi madre me metió en Delfín, un sastre de vanguardia que estaba en la calle Rosario junto a Nicanor y luego en Columela. Estaba de moda. Vestía a los futbolistas del Cádiz. Vio que trabajaba bien y me preguntó cuánto ganaba con Barreiro. Le dije que cien pesetas. Se creyó que eran diarias, cuando en realidad eran a la semana. Me ofreció 125 pesetas al día más una bonificación. Sacaba un sueldazo. Mi madre, cuando aparecí con el sobre, creyó que el hombre era mariquita. Fue a hablar con él y le dijo que yo lo hacía bastante bien. Yo llevaba la casa adelante y mi madre vivía como una reina.

-¿Hasta cuándo trabajó con Delfín?

-Bastante tiempo. Presentamos prendas en Madrid, Barcelona o París. Me mandó a Madrid a trabajar con Antonio Pajares, uno de los mejores sastres de España. Sacamos la línea Trapecio y la Diavolo, con esas prendas pegaditas que se abrían por abajo. Yo manejaba muy bien la plancha y la aguja. Era, y soy, un perfeccionista.

-En Madrid aprendería mucho, ¿no?

-Y tanto. Aquello era la cuna de la sastrería. Hice la mili allí en el Ministerio del Ejército. Estaba allí por las mañanas y por la tarde trabajaba. Aprendí de Santiago Pelayo, el que mejor hacía los trajes cortos. Ese es mi maestro en esos trajes. Y trabajé con él durante la mili. Coincidí con Carré, otro de los buenos. Y ya me vine a Cádiz, porque allí me asfixiaba.

-¿Cómo fue profesionalmente el regreso?

-Puse un taller en mi casa, en la calle San Félix. Entonces le cogí trabajo a Santiago Asensio. Enterados de que Pajares, el mejor de España, me enviaba trabajo desde Madrid en tren, mi prestigio creció. Me llamó Pacheco, de Paños Pacheco, porque iba a abrir la boutique Lord John. Con aquellas prendas famosas que se veían en el cine a Arturo Fernández o Carlos Larrañaga. Le hice la primera colección, pero desde mi taller. Fue un éxito. Tenía mucho trabajo entonces. Luego, ya me fui a la barriada de La Paz. Y desde allí hice muchas agrupaciones de Carnaval.

-¿Cómo llega Pepe Berenguer a Vejer?

-Por un desengaño amoroso que me dejó hundido. Con una mujer con la que estuve 16 años. Me aguanté como pude. Y como era amigo de muchos socialistas, Román, que estaba de presidente en la Diputación, me aconsejó rehacer mi vida fuera de Cádiz. Necesitaba eso. Me ofreció Vejer, Benalup y Paterna. Elegí Vejer.

-¿Por qué?

-Me ayudó un hombre fantástico. El alcalde de entonces, Antonio Verdú. Me vio tan hundido que le impacté. Le dio lástima de mi. Y me abrió las puertas del pueblo. Estamos hablando del año 2002. Ahí empecé a querer vivir de nuevo. Me buscó una escuela taller. En el castillo. Para enseñar mi oficio. Y con la intención de abrir una sastrería luego. Hicimos dos turnos. Y la sastrería, el oficio, volvieron a mi cabeza. Y el amor por mi trabajo. Vejer me dio todo eso. Vejer me resucitó y es donde he hecho las mejores obras de mi vida.

-Allí encontró el amor.

-Manoli, mi mujer, vino a apuntarse a los cursos. No había sitio. Y de tanto insistir, le encontré un hueco. Enseguida vi que valía mucho. Y que era, como yo, una perfeccionista nata. Nos contábamos todo. Y entendí que era la mujer de mi vida. Con una calidad humana enorme. Yo sin ella, por mi Nazareno, y sin la ayuda de Verdú, me hubiera visto mendigando. Yo no quería vivir. Y no exagero. Por entonces, también me vino Martínez Ares para que le hiciera la que fue su última comparsa, 'Calle de la Mar'. Luego vino la boda del torero Dávila Mihura. Le hice el traje corto de la boda, que fue mi regalo. Todo empezó a rodar como antes.

-Y fue su eclosión como sastre de trajes camperos.

-Totalmente. En Cádiz ya había hecho algunas cosas, pero a partir de aquí me especialicé. Y cuando pusimos la tienda-taller en Vejer, ya fue el colmo. Me sacó el 'Diario de Cádiz' diciendo que Pepe Berenguer abría en Vejer un taller para recuperar el traje corto andaluz. Y empezó a venir gente de toda Andalucía.

-Descartamos, entonces, que usted vuelva a vivir en Cádiz.

-Yo vengo mucho, a oxigenarme. Pero voy a morir en Vejer.

-Cose para toreros y jinetes de doma clásica. Vistió a la Escuela Española de Doma Vaquera y de Alta Doma. Vaya nivel.

-Vestí en Milán a los jinetes para los campeonatos de Europa de doma vaquera y doma clásica. Para nosotros fue un revulsivo y abrimos allí una nueva vía de negocio. Mis trajes son distintos. Ese traje regional con el que puedes bailar en la Feria de Sevilla sin que te moleste.

-¿Ha renunciado entonces a enseñar su oficio en Cádiz?

-Cádiz no tiene sastrerías. Yo, que soy un dinosaurio del oficio, me ofrezco a enseñar lo que yo sé y le aseguro que cada alumno sale de allí con el oficio aprendido. Yo he ofrecido este servicio al presidente de la Diputación, José Loaiza, pero no me ha hecho ni caso. Es una pena que yo me muera y me lleve, sin transmitir, mi oficio. Y no es por dinero. Con poco presupuesto se hace una cosa bonita, pero no hay manera. En Cádiz, con Madrid y Vigo, es donde mejor se ha vestido de España. Una pena.

-¿Se está perdiendo entonces esta profesión?

-Totalmente. Es que no hay sastrerías. No te hace un traje ya ni El Corte Inglés. Se ha perdido la pañería. En Barcelona, ni los telares quedan. Con lo que ha sido Cataluña en lo textil. Los han comprado los chinos. La materia prima no es la misma.

-¿A cuántas agrupaciones de Carnaval ha vestido Pepe Berenguer?

-Casi 200. Una vez hice dos coros, varias comparsas y dos cuartetos. La primera fue 'Animadores de cabaret', de Luis Ripoll, en 1975. He vestido a más de 40 coros. A Poce, Fletilla, El Carota, Chimenea, Pedro Romero, Quiñones, Martínez Ares, El Selu, Julio Pardo... De lo mejor que yo he hecho ha sido 'Los enteraos'. El Selu me pidió un enterao de Cádiz y yo le imité al Espeleta, el célebre cantaor. Y fue bonito hacer 'Suspiros de Cai', aunque difícil de plasmarlo en un tipo.

-¿Y cómo ve usted actualmente la sastrería en el mundo del Carnaval?

-No hay. Se ha perdido. No hay quien haga un tipo en condiciones. El disfraz se termina. Los tipos ahora se envejecen, con telas colgando y cosas rotas. No se ve un buen tipo de terciopelo o lamé. Mucho atrezzo y poco disfraz. El dinero se gasta hoy en día en artificios. Y en el Falla se ha perdido la alegría. Voy con mis agrupaciones y se me caen dos lágrimas.

-¿Por qué no tiene Pepe Berenguer la Aguja de Oro?

-La Aguja de Oro se la daban a amigos, arrimados al PSOE. Un cachondeo. Se la han dado a cualquiera. El año pasado hice 'El circo del sol' con Julio Pardo y fue el colmo. Nos quitaron el primer premio y la Aguja de Oro. No había agrupación con mejor tipo. ¿Y este año? También nos la han robado a 'La Trattoría'. Se lo dan a uno que lleva una lata en la cabeza. Por mi Nazareno que no la quiero. Como quienes manejan ese premio no me pueden ver y no soy adicto a Canal Sur...

-Usted presidió la comisión que logró que Paco Alba tuviese un busto en La Caleta.

-Así es. Paco era muy amigo mío. Parábamos en el Club Caleta, del que yo era relaciones públicas. Yo le decía que cuando se muriera tendría una calle en Cádiz. Y él me decía que no, que quería un busto frente a La Caleta. Me decía: y el busto me lo vas poner tú. Y si no lo haces, cuando me muera no te voy a dejar dormir. Muere Paco Alba y a mí no se me había olvidado eso. Volví de un periodo en el Perú y retomé la idea. Con Antonio Benítez, que estaba en la peña La Estrella, y del Chicla, que estaba en una peña en el Campo del Sur, iniciamos la Federación de Peñas Gaditanas y hablamos para hacer el busto.

-Robaron el boceto del taller de Nando. ¿Cómo recuerda aquello?

-Exactamente. Había un fanático de Paco Alba que vivía en la calle Horozco, y decía que el busto del autor le hablaba. No había dinero para hacer el busto. Cádiz parece que no quería hacerlo. Hablé con Nando. Hizo un boceto que puso en el escaparate. Abrieron por la noche y ese hombre de la calle Horozco se lo llevó a su casa tres días. Yo sabía donde estaba el busto. Te puedo decir que más que un robo fue algo preparado. Para darle bombo. Salió en el Telediario, en el Diario, en todas partes. Y ese fue el revulsivo para que Cádiz despertara. Yo quería dormir de noche tranquilo. Hicimos mil libros con letras de Paco Alba.

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