Cádiz

"Esta ciudad no funciona pero seguro que va a funcionar"

  • Paco Cano. Gestor cultural y comisario internacional de arte, ha puesto en marcha en la localidad el Plan C, una plataforma de dinamización social y cultural "sin implicaciones políticas"

HA tenido recorrido por el mundo y no sé de dónde se considera, pero nació y se educó en Cádiz...

-Nací en una casa familiar en Chiclana, pero toda mi infancia está asociada a jugar al fútbol en la plaza de San Antonio, la Alameda y Mina como espacios simbólicos. Y realmente creo que en mi formación, además de la universidad, fueron definitorios los años del Instituto Columela. Mi generación cayó justo entre una que era muy combativa, muy social, y la posterior, que subrayaba lo personal, la identidad, la lucha por descubrirse sexual o creativamente... Se dio lo que los estadounidenses llaman un melting pot. Aprendí tanto o más que académicamente de los compañeros y de los profesores, que supieron oxigenar ese ambiente, nombres como José María Conget, Ana Rodríguez o Pepe Pettengui... Y, a pesar de que pasé veinte años fuera, conservo amigos de todo ese tiempo.

-¿Ya tenía claro que se iría?

-Siempre tuve claro que me iría una época de Cádiz, también porque siempre he sentido gran curiosidad por aprender y quería ampliar más de lo que la ciudad ofrecía. Yo hice Filología, pero siempre estuve relacionado con el mundo del arte. Empecé con un trabajo temporal en Diputación para clasificar el legado gráfico de Rafael Alberti. Aprendí muchísimo junto a Manuel Caballero y monté un mercadillo del arte. Con lo que ahorré, me fui a Madrid.

-¿Y cómo fue la llegada a Madrid?

-Llegué con 16 años y, por relaciones, empecé a trabajar en un despacho de abogados penalistas. Algo que, de repente, se convirtió en lo máximo del momento. Llevaron el caso Naseiro, Paesa... Por esa época, también empecé a trabajar en ediciones gráficas. Todo eso mientras comenzaba a fraguarse el boom madrileño y la falsa economía en la que nos fuimos metiendo. Fue en esa época cuando se consolidó, también, nuestra peculiar sociedad del espectáculo, que obedece a una directriz ideológica. Es lo que yo llamo decadencia de la postmodernidad. Todo se queda en un mero titular o en simulacro; y todavía quedan, de todo aquello, Tele 5 y demás herramientas de enajenación de las personas. Siempre he estado en lucha contra esa anestesia.

-Y hubo un salto a Nueva York.

-Antes de quedarme a vivir allí, ya había ido diez veces y me había envenenado. Tuve esa misma sensación de "Yo quiero vivir aquí" que tuve en Madrid. Fueron años conociendo el mercado americano, con un nivel alto de relación con el mundo artístico de Latinoamerica, que desde los 50 desarrollan texturas, movimientos, coleccionistas, fundaciones... Ahí empecé también a desarrollar el interés por la creación de ciudad como motivo de trabajo.

-¿Y la sensación de casa, dónde está?

-Pues quizá en Madrid, pero el regreso a Cádiz fue tan sencillo... A los dos meses de estar aquí, tenía la sensación de no haberme ido nunca. Tenía un poco la sensación, mientras vivía fuera, de que hacía lo que le echaban en cara a Gauguin cuando estaba en Tahití, que pintaba esos cuadros como una especie de postales, teniendo en cuenta lo que les podía gustar a sus amigos. También como Borges, que decía que era como si no terminara del todo de irse de las ciudades, que se despertaba en Basilea creyendo que estaba en Buenos Aires. No me quiero sentir estable porque creo que una persona del siglo XXI no debe serlo. Aunque, a pesar de la fama de acogedores y extroversión, en Cádiz es más difícil penetrar de lo que parece.

-Más allá de las circunstancias, que obligan, ¿al gaditano le cuesta mucho cruzar el puente?

-Cada vez menos. Como dicen los flamencos, el cante va donde el hambre lo lleve. A pesar de que la infraestructura sigue siendo difícil, las comunicaciones hoy en día son más fáciles, el exterior es algo atractivo: cada vez llega más información y la gente joven está dispuesta a irse a Sevilla, Madrid o Barcelona como en los ochenta se iban a Londres o Madrid. Al fin y al cabo, en los últimos veinte años, Cádiz ha perdido 30.000 habitantes. En cifras, la ciudad está mucho peor que hace veinte años. En las últimas municipales, no votó un cuarenta por ciento del censo. Aunque creo que esta ciudad no funciona pero sí que va a funcionar.

-Los ingleses dicen que los españoles creemos que nuestro pecado es la envidia, pero que realmente es la soberbia. ¿Qué pecado o pecados tienen los gaditanos?

-Pues los mismos pecados y virtudes que en todos lados. Quizá la falta de autocrítica. Desde hace lustros se ha intentado vender una identidad a partir de Canal Sur, la Junta, el Carnaval... Y quizá el conformismo. Si no, no se explican veinte años de gobierno municipal con estos niveles de desempleo, vivienda, fracaso escolar. Sin embargo, no hay que criminalizar al ciudadano sino victimizarlo a causa del autobombo de una alcaldía que trabaja volcada en su imagen.

-Mmm... el Big Easy que dicen de Nueva Orleans, ciudad con la que deberíamos hermanarnos: precariedad social, creatividad, dejadez, fusión de culturas, gran autoconciencia... ¡hasta Carnaval!

-En Nueva Orleans, como en Cádiz, llevan a gala el ser la esencia, el tener una identidad distinta y marcada. Ocurre que a veces eso se transforma en un exceso de identidad, cuando la identidad contemporánea ha de ser flexible, y ni considerarse ni mejor ni peor que la de nadie. Hay que dejar que salgan críticas de tanto en tanto: en Estados Unidos, se concibe la crítica como algo que analizar o considerar, más allá de la intención. Lo que no podemos es pensar que somos especiales.

-¿Qué diría que llama la atención al que viene de fuera?

-Desde que estoy aquí, me han visitado propietarios de hoteles, diplomáticos, dos vicepresidentes de bancos de Nueva York... Y todo el mundo está de acuerdo en que la ciudad tiene un potencial tremendo: podría tenerlo todo, pero no es así porque nunca ha llegado a tener un proyecto de ciudad. Sólo hemos tenido planes cortoplacistas, epiteliales y, en ocasiones, ciegos. Un ejemplo de esto sería la Comisión de Patrimonio. La ciudad necesitaría un especialista en arte contextual, podría tener una estética muy integrada, contemporánea sin romper la tradición: es fácil conciliar lo contemporáneo y lo clásico, pero han de hacerlo expertos.

-Comentaba Pepe Pettenghi en un reciente artículo que hay males que hemos dado por perdidos (empleo, vivienda, despoblación), pero que no son endémicos.

-Hay muchos ejemplos. Medellín, por ejemplo, una ciudad con infinitos problemas de todo tipo derivó en otro modelo de ciudad cuando diversos agentes sociales y culturales decidieron apostar por la devoción por el lenguaje y regeneraron el término municipal. O Bilbao, que tuvo un alcalde como Iñaki Azkuna (elegido dos veces mejor alcalde del mundo), que tenía una manera de gobernar sensible a la ciudadanía, que se sentaba con agentes de distintos sectores a hablar, les daba su espacio, fomentaba la autogestión e hizo una inversión como la del Guggenheim: que no es sólo un edificio, es el símbolo de toda una manera de hacer las cosas. No se triunfa sólo de crear imagen falsa o iconos, sino trabajando en el desarrollo social y económico. La nuestra ha sido una economía en la que no se ha invertido en desarrollo auténtico sino epidérmico. De esta forma, sin dinero ni recursos formativos, la crisis se recrudece.

-¿Cuáles diría que son nuestras mayores fugas de capital?

-Cuando se analiza la ciudad como algo colectivo sólo tiene sentido si se hace desde la diversidad, creando mensajes para fomentar la cultura colectiva. La Junta ha desarrollado un compartimento estanco que no permite la evolución; la administración municipal, un pensamiento único contrario a toda crítica. La sociedad civil gaditana no tiene estructura. El Ayuntamiento se ha encargado de anular las asociaciones de vecinos, los políticos luchan entre ellos. Hay una desarticulación de la sociedad civil. Así que, quien trabajaba por su parte tratando de mejorar lo social, lo cultural, lo hacía de manera aislada. En Latinoamerica ya tienen los espolones largos al respecto, saben mucho de crisis y de sátrapas, de políticos que trabajan sólo por su imagen, así que saben que si algo funciona va a tener que surgir desde abajo. Esa es la opción real de articularse como sociedad. También ocurre que esta es una ciudad pequeña, que todo el mundo se conoce y se deja conducir por visiones unipersonales. Aunque esto también nos da la ventaja de acometer metas más superables. Hacía falta un andamio, una plataforma, que diera sentido a todas esas energías, que uniera ilusión de la gente en la creación de una ciudad contemporánea, de un modelo de sociedad.

-¿Cómo funciona el Plan C?

-El Plan C surge de la revisión de un plan estratégico cultural para la ciudad, pero pronto terminó viéndose que debía ser algo más amplio, también porque lo cultural surge y crece del entorno. Las conexiones son importantes porque el ciudadano ha de sentir y saber que las cosas no se hacen para todos, sino que parten y son de todos. El Plan C ha vivido una auténtica onda expansivo: ahora mismo, lo integran cien personas. Sólo el hecho de reunir a distintos grupos, de distintas competencias, a compartir sus ideas y reflexionar y realizar propuestas de acción ya es importante. La sociedad ha de recordar que ponerse en marcha y la voluntad de acción no dependen absolutamente de que la administración ayude, que se pueden hacer cosas sin subvenciones.

-Y, ¿cómo pasar de la entelequia de los proyectos a la ejecución?

-Pues poco a poco se van concretando cosas. Claro, lo ideal sería tener un alcalde como el de Bilbao, que cediera espacios, diera permisos, permitiera la ocupación simbólica de edificios... En este sentido, creemos que la calle tiene que ser un espacio de conocimiento educacional, de socialización. Apostamos también por el transporte sostenible y saludable y queremos fomentar una ciudadanía formada y educada que sea capaz de participar en procesos de gestión y de ejecución de políticas.

-¿Cuánto ha tenido que ver en toda esta especie de toma de conciencia el 15M?

-El 15M surgió de una confluencia de situaciones. De repente, la ciudadanía se ve excluida de los procesos ejecutivos, ve que no tiene control sobre los presupuestos, surgen escándalos corrupción, se da la privatización del dinero público, la Justicia no responde bien... La indignación ha crecido y ahora se reclama un mayor control de los políticos y de las grandes corporaciones. También porque las nuevas tecnologías hacen posibles procesos de transparencia y de participación, decir a quién se quiere y para qué.

-Hay un tópico sobre los gaditanos que creo que es cierto: la creatividad.

-El gaditano es muy creativo, aunque es algo que no se ha trabajado en la medida que se debiera. A nivel de calle, sí se ha trabajado mucho, el humor, el ingenio... Pero si no lo canalizas en algo concreto es quedarse en el gracioso de calle, se queda limitado. Si prestas atención, no parece que de Cádiz den el salto grandes literatos o artistas, y eso creo que es porque no se fomenta bien. Esa es otra gran fuga. Por ejemplo, en vez de politizar el Carnaval y mantener a unos cuantos egos contentos, se podría coger al carnaval callejero, a quienes tocan, a los que escriben las letras, el carnaval también tiene trabajo actoral, de expresión, diseño de vestuario... Reúne un puñado de artes. Habría que dar opciones a quienes están implicados en ello para que vean que pueden ir, con esos mimbres, mucho más allá. El gaditano también tiene una inteligencia visual tremenda, que nadie se ha propuesto potenciar. Es fácil dejarse llevar por el mínimo esfuerzo. Preferimos anular el pensamiento crítico y pensar que lo que tenemos es más que suficiente y estupendo. Pero con lo que cuestan dos exposiciones en el ECCO, que apenas tienen repercusión, se podría invertir, por ejemplo, en una Escuela de Diseño Gráfico que conectara con la herencia litográfica y dar estarcidos, calcografías, estampación... y despiertas el interés de la gente.

-¿Cree que, de alguna forma, la crisis ha fomentado los movimientos culturales?

-A nivel de negocio, la crisis ha destrozado el tejido cultural. Sí ha aumentado, por decir, el sentido de la picaresca, la búsqueda de alternativas. Tienes que ser más creativo, potenciar tus recursos porque no te puedes acomodar a las ayudas públicas y tampoco a la autogestión. Por ejemplo, cada vez hay menos exposiciones y más pobres, menos catálogos... pero eso también implica que se ha desinflado mucho falso talento.

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