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  • El libro de oro del 'Diario de Cádiz' recoge, desde que el periódico cumplió cien años en 1967, la memoria manuscrita de numerosas personalidades que aceptaron la invitación

Una larga flor impar con cuatro pétalos, una paloma de la paz, un dibujo casi infantil del esquema de una rotativa o un guante de boxeo, decenas de firmas de personalidades, entre ellos dos premios Nobel de Literatura y firmas casi ilegibles que responden a diferentes formas de agradecimiento por parte de prelados, políticos, artistas, escritores, embajadores, financieros... Todos ellos, los que aparecen en las ilustraciones de estas páginas y muchos más, aceptaron en su día la invitación que se les hizo de visitar las instalaciones, las oficinas, la histórica hemeroteca o los despachos de Diario de Cádiz en su primitiva sede de la calle Ceballos o la actual, frente al muelle.

Y podemos imaginar qué sería el Libro de Oro del Diario de Cádiz, que recoge estos testimonios sólo desde 1967, cuando el rotativo cumplió 100 años, si la memoria de la que da fe hubiera empezado a almacenar recuerdos un siglo antes, el de la revolución tardorromántica, los tiempos en que Cádiz era aún centro de España en tantas decisiones pioneras. Pero lo que tiene hasta ahora sirve para hacerse una idea de la huella que unas páginas pueden dejar en una ciudad. Y viceversa.

El Libro de Oro lo inicia Federico Joly Díez de la Lama, propietario del Diario, el 16 de junio de 1967, día en que se cumplía el centenario del periódico, con un escueto prólogo: "Como imperativo del cargo que con tanto orgullo ostento en la empresa familiar 'Federico Joly y C. S. en C.", editora y propietaria de 'Diario de Cádiz' abro las páginas de este libro el 16 de junio de 1967, centenario de la fundación del periódico". Y casi pegada, en la misma página inicial, el mensaje manuscrito del entonces ministro de Información y Turismo del Gobierno de Franco, es decir el máximo responsable político de la Prensa española, el que presentara un año antes la primera ley que permitía una cierta libertad muy tutelada a los medios españoles, Manuel Fraga Iribarne, que repitiría años más tarde, ya en la incipiente democracia, en una visita en grupo con Miguel Arias Cañete, Rodrigo Rato y un optimista Antonio Hernández Mancha, que hablaba de "vísperas de la Revolución Popular". "Con mi más cordial saludo y felicitación al centenario Diario de Cádiz" escribía el que luego fue uno de los protagonistas de la Transición y presidente autonómico gallego.

No mucho más tarde, aunque sin fecha, era el alcalde gobernante en la época, José León de Carranza el que firmaba "con todo cariño" en el libro. Y la Historia reciente seguía fluyendo en estas páginas de papel grueso y encuadernadas por los prestigiosos hermanos Galván. El 15 de septiembre de 1970, el gran patriarca de las Letras españolas durante el franquismo, José María Pemán, otorgaba un simbólico "Oscar de la prensa diaria" al Diario, y le otorgaba un mérito inaudito: "Ha conseguido que el marido le diga a su mujer, al salir temprano para su oficina: -Guárdame el Diario que quiero leerlo despacio cuando vuelva esta tarde".

Curiosamente, Pemán comparte esta página con Antonio Añoveros, que a la sazón era obispo de Cádiz y Ceuta en ese año. Añoveros fue nombrado poco después obispo de Bilbao, y protagonizó desde allí un fuerte enfrentamiento con el gobierno de Franco al pronunciar una homilía en la que hacía referencia a la identidad del pueblo vasco.

Algunas de las referencias son especialmente cariñosas, como la que escribió la prestigiosa periodista Josefina Carabias, colaboradora diaria del Diario durante años y cuyos artículos eran muy leídos. Con el paso del tiempo resulta curiosa la dedicatoria a doble página que firmaron en su visita del 20 de febrero de 1985 Rocío Jurado, pregonera del Carnaval de ese año y su marido entonces, el ex boxeador Pedro Carrasco. Otra pareja de pregoneros repetiría tres años después la experiencia y la firma, pues en febrero de 1988, el cantautor granadino Carlos Cano y el periodista sevillano Antonio Burgos, visitaron y firmaron la sede de Ceballos.

Inconfundible es la página que llenó Rafael Alberti con su paloma un mes de mayo de 1985, y especialmente emocionante es la larga flor con una sola palabra como raíz, "Gabriel", que regaló al periódico García Márquez en aquella recordada visita a la biblioteca de Federico Joly en 1997. Años más tarde, en este mismo 2014, otro premio Nobel latinoamericano, Mario Vargas Llosa estampaba su firma en las mismas páginas. Es la última, hasta ahora, de una larga serie amistosa, cariñosa, y reveladora, una historia escrita por sus propios protagonistas.

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