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El crimen de Guillén Moreno

La Policía cree que el presunto homicida actuó en solitario

  • Lucy pasará hoy a disposición judicial y la Policía le ha aplicado el protocolo antisuicida en los calabozos de la Comisaría

El presunto homicida de María Soto, la vecina de Guillén Moreno que murió asfixiada con una bolsa de plástico en la cabeza el pasado martes en su vivienda de Guillén Moreno, pasará hoy a disposición judicial después de permanecer dos días en los calabozos de la Comisaría Provincial. Durante todas estas horas Emilio F.I., más conocido en el barrio como Lucy, ha tenido tiempo para arrepentirse del momento en que decidió entrar en casa de la buena de María para robar el dinero que había ahorrado durante sus 92 años de vida. Un dinero que a la anciana le permitía pensar que tenía las espaldas cubiertas y que Lucy creyó que le solventaría sus problemas con las drogas. Porque Lucy, un transexual de 59 años que venía de vueltas, había caído tras la muerte de sus padres en las garras de la heroína, del rebujito, esa accesible mezcla de heroína y cocaína que ha llegado al barrio más pura y barata que nunca. Aunque cuenta con antecedentes penales de décadas atrás por diversos delitos sin importancia, hasta hace poco Lucy no volvió a consumir un caballo que lo ha llevado a galope hasta la ruina, hacia una condena que puede rondar los 15 años de cárcel. Tal es su estado de depresión en estos momentos que fuentes policiales confirmaban que le han tenido que aplicar el protocolo antisuicidios y evitar que se encuentre solo, puesto que temen que pueda atentar contra su vida como, supuestamente, hizo contra la de su vecina María Soto, que a sus 92 años seguía siendo un ejemplo de superación para sus vecinos.

La Policía nunca tuvo dudas de su implicación en los hechos. De hecho comenzó a seguir su rastro a las pocas horas de encontrar el cadáver de María. No sólo les llamó la atención que el domicilio de la víctima estuviera lleno de sus huellas, sino el hecho de que hubiera intentado desaparecer de la faz de la tierra, que no apareciera por su domicilio ni por el de sus familiares, que intentara ocultarse.

Una vecina que vive frente a la fallecida contó a la Policía que al oír ruído en casa de María se acercó a la puerta y le preguntó si se había caído, si se encontraba bien, a lo que le respondieron que todo estaba controlado, que no pasaba nada. Esta misma persona incluso apuntó la posibilidad de que Lucy, la presunta homicida, no actuara sola en su búsqueda del dinero y las joyas que atesoraba María, ya que oyó más voces en el interior de la vivienda y un gran ruido de muebles, posiblemente en su búsqueda de los más de 20.000 euros que guardaba María, aunque fuentes policiales aseguraron ayer a este medio que no barajan ninguna posibilidad más allá de que el presunto homicida actuó en solitario y descartan la colaboración de otras personas del barrio.

La Policía acorroló a Lucy, a Emilio, desde las primeras horas, por lo que entrada la madrugada, y viendo que no tenía ningún lugar seguro al que acudir que no estuviera vigilado, decidió dirigirse a la Comisaría Provincial para entregarse junto a algunas de las pertenencias que había sustraído a la desgraciada María.

Lucy conocía a María desde hacía años e incluso le había ofrecido su ayuda en varias ocasiones para limpiar su piso o cuidar de su hermana enferma. Esto le hizo ganarse su confianza hasta el punto de que María le abriera la puerta la aciaga noche en que perdió su vida. Nada hacía sospechar que Lucy estuviera tan necesitada de una nueva cabalgada como para matarla, nadie podía pensar que una persona que hasta entonces intentaba ganarse la vida vendiendo lotería clandestina y limpiando casapuertas fuera capaz de tirar por la calle de en medio y acabar con la vida de una anciana indefensa. La propia Lucy aún no da crédito a lo sucedido, pero lo hecho no tiene marcha atrás, y una anciana que sólo vivía para ayudar a los demás perdió la vida asfixiada, según indica el informe forense, por una persona en quien confiaba. Es el triste colofón a una historia que se sitúa en un barrio de Cádiz que no termina de sacudirse el apellido de conflictivo.

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