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Cádiz

"Iría en una lista municipal de jubilatas de izquierdas"

  • Antonio Vergara es médico especialista en enfermedades infecciosas, fundador de Gerasa y activista incansable de los movimientos sociales.

AUNQUE por su aspectono lo parezca, usted tiene que tener ya una edad.

-¿Edad? Yo nací en el 51... tengo... ya, ojú, cumplidos 63 tacos.

-¿Y ya pensando en jubilarse, o los médicos no se jubilan?

-Sí claro, me podría jubilar a los 65, me quedarían dos años. Pero tengo una opción fácil de aguantar hasta los 67. Lo he hablado con Lola un montón de veces: "¿tú te jubilarías con 65?". Y yo que siempre había tenido el 'no' clarísimo, no te creas que en los últimos tiempos... de mucha confrontación en el trabajo, los recortes... no lo tengo claro. Pero alfinal probablemente me quede hasta los 67.

-¿Y eso de qué depende?

-De que tengo muchas cosas todavía en marcha, y como los abueletes yo quiero ya consolidar cosas, para que mi retirada no signifique la interrupción de proyectos. Y quizá me vengan bien esos dos años de más. Si las cosas que tú haces crees que son interesantes y buenas, no quieres que se pierdan. Pero la verdad es que ya veo la jubilación a la vuelta de la esquina. Tiene cojones, los residentes se asustan de mi edad, ja, ja. Y mis hijos me dicen "papá, qué mayor eres", ja, ja.

-Se nota que es usted mayor porque nació en su casa.

-Sí, sí, eso era algo propio de la época. Exactamente en la calle Feduchy, en el Mentidero, en la esquina de lo que era Hermu, en la planta tercera. Y mi infancia la pasé toda en Cádiz centro. Ahora que mi hijo me ha hecho abuelo, y ellos viven en el centro, estoy disfrutando de grandes paseos con mi nieto. Parece que he vuelto al pueblo.

-Y su colegio era...

-San Felipe, San Felipe. Mi familia era una familia de comerciantes, tenían una empresa muy conocida en Cádiz, Almacenes La Riojana. Mi padre era uno de los socios. Después fue mal la cosa. Era una tienda muy grande para su época, en la calle Compañía, enfrente de la Farmacia Vergara, que era de un hermano de mi padre. Eran tres pisos, con mucha gente trabajando. Después fue mal, y claro, cuando se hundió, lo hizo de manera estrepitosa. En aquella época el que podía estudiaba en San Felipe, y el que no, en el instituto. Y todos los esfuerzos de la familia media era para que el niño pudiera estudiar en San Felipe.

-Lo público no parecía que sirviera.

-Es que en aquella época todo lo público estaba más desprestigiado. Tanto la sanidad como la enseñanza públicas eran como una especie de condena. Así que yo fui a ese colegio, y ya desde entonces se apreciaban las diferencias. Un niño de San Felipe era... no lo recuerdo como dramático, pero sí mi desacuerdo con la dinámica global que me rodeaba.

-¿De entonces le viene su disidencia permanente?

-Bueno, en el colegio no teníamos todavía esa conciencia . Eso te lo da la Universidad. Tú tenías intuiciones, no te gustaban cosas: la presión religiosa, la represión, el clasismo. La conciencia organizada te la da la Universidad, que en mi época era muy viva, muy politizada.

-¿Por qué decide uno hacerse médico?

-Pues yo no tenía tradición familiar. El factor fundamental fue que se estudiaba en Cádiz, en una Facultad muy prestigiada, porque estudiar fuera entonces era un problema gordo, económico y familiar. Me metí un poco a ciegas, e incluso durante la carrera, con la teoría, no sentí la vocación. Realmente descubro la Medicina con la práctica, y ahí sí que fue una explosión. También fue una época muy bonita, yo terminé en el 76, con la transición, de muchos movimientos sociales... Fue un momento en el que yo descubrí las enormes posibilidades de esta profesión. Y aún con enormes déficits de todo, teníamos trabajo. Lo del paro de ahora es un drama.

-¿Cuáles eran esas enormes posibilidades?

-Pues yo empiezo a trabajar en el Mora, en el Clínico, en el 76, y me doy cuenta de que el sistema era un desastre y de que había que cambiarlo. Aquí puedo ser bastante útil, me dije. Y además, es entonces cuando entro en contacto con algo que para mí ha sido fundamental en mi historia profesional y humana: la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, que se constituyó en el año 81, cuando yo ya tenía la especialidad hecha.

-¿Cómo decide un médico sanar dientes o hacerse internista?

-Ya te he dicho que estaba bastante despistado. Pero hay una cosa que se ve en seguida en la carrera: hay quienes tienen muy decidido que no quieren ver pacientes, y se decantan por lo que llamamos servicios centrales, laboratorios, microbiología, radiología... y hay otros que tienen claro que les gusta el contacto con las personas. Yo tenía claro que quirófano no me gustaba, y pediatría me parecía insoportable desde el punto de vista anímico,por ver niños enfermos. Por tanto me quedaba la patología del adulto, sin preferir ninguna parte del cuerpo, así que eso define mi especialidad: tienes que dedicarte a Medicina Interna, y eso fue lo que ocurrió.

-Y ahí se enfrenta de golpe con algo terrible, el sida, a cuyo cuidado usted siempre irá asociado.

-Sí, descubro a la vez el mundo de las enfermedades infecciosas, y la enorme explosión del sida, que nos tocó a nosotros en una zona con enorme incidencia. Descubro el impacto, en muchos aspectos, de las infecciones. El impacto del miedo que producen... Y eso me produce una gran preocupación. Yo siempre he dicho que cuando aparece la epidemia del sida a nosotros nos coge en la puerta del hospital. Si hubiera aparecido otra cosa, le habríamos metido mano.

-Pero hay dos tipos de profesionales: los que afrontan el asunto y los que salen corriendo.

-Hombre, en los trabajos influyen mucho las actitudes personales. Por ejemplo, en la explosión del sida, que afectaba a personas jóvenes, muy conflictivas, muchas de ellas en las cárceles... mucha gente salió corriendo, porque era un tema de conflicto seguro y gordo. Porque los toxicómanos, entonces los mayores afectados, no estaban controlados, no había metadona... A mí me encanta que aquellos que no salimos corriendo, los que nos comimos la historia en seguida nos pusimos en contacto, y formamos grupos de trabajo que a día de hoy, 28 años después nos seguimos reuniendo. Y somos amigos. Por aquella decisión y aquel miedo a "qué está pasando aquí, se nos están muriendo y no sabemos de qué, enfermedades rarísimas, con las defensas por los suelos", te dices tenemos que vernos... Ese sentimiento de preocupación profesional actualmente es una Sociedad Científica de Enfermedades Infecciosas en Andalucía, de la que yo estoy extraordinariamente orgulloso. Aquello también nos unió mucho en la defensa del sistema público, porque ¿quién coño iba a montar una clínica privada para drogatas con sida?

-Siempre defendiendo la sanidad pública...

-Ah, es lo que te decía: mi encuentro con la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. Recuerdo que yo llegaba a la consulta y tenía un montón de recetas y un montón de partes de baja. Y yo, en mi criterio, decía "que vayan pasando", y la enfermera horrorizada decía "qué estás diciendo, firma y cállate la boca". Recetaba cosas a gente que ni veía, era un desastre. Entonces me entero de que está esa asociación recién constituida. Se organiza una sesión en Cádiz, de la que salgo diciendo "he encontrado el camino que yo estaba buscando". Y casi seguido, una reunión en Madrid, que fue como unos ejercicios espirituales para profesionales de izquierdas, y el multitudinario congreso de la Federación en Cádiz en el 83...

-Recuerdo ese congreso, en la Residencia del Tiempo Libre.

-¡Bueno, con cientos de personas en la calle Muñoz Arenilla! Vinieron cubanos, ingleses, gente potentísima a hablarnos del sistema nacional de salud como lo más eficiente, recuerdo la actuación de 'Los Cruzados', la gente alucinó. Y luego lo que nos contaban, que nos hacía decir "¡lo que yo pensaba existe y además es bueno!". Entonces había mucho clasismo en la profesión, ante un neurocirujano había que inclinarse, y vienen estos señores a decirnos que la base del sistema era la atención primaria... un cubano que era ¡catedrático de Atención Primaria!

-Y con la llegada del PSOE al poder, que defendía eso, sería como el sueño hecho realidad para ustedes.

-Bueeeno, pero se produjo también un efecto curioso. El poder tiró demasiado de gente de la Asociación. Normal, pero eso la debilitó cuantitativamente. Y también cualitativamente, porque eso hizo que se aparcaran muchas reivindicaciones, y que aún hoy la Asociación tenga que medir muchas de sus críticas , que las hacemos, para no parecer que se está con los defensores de otra sanidad.

-¿Usted también tuvo propuestas para entrar en ese poder?

-Muchas, había mucho poder que repartir, pero las rechacé todas. No es un mérito, sino tal vez cobardía, porque me pesaba mucho la responsabilidad que da el poder, y me sigue pesando. Y lo lógico sería que hubiera terminado en algún puesto.

-A lo mejor es simplemente ausencia de ambiciones.

-No, desde luego yo no he tenido nunca esas ambiciones. Incluso, ya digo, cierto repelús por el poder. Yo me sentía un médico que estaba entrenado para ver pacientes y no me veía dirigiendo los destinos de un sistema.

-Usted, encima, se pasa al sector más crítico.

-Es que en esta sociedad se mira muy mal al crítico, que suelen ser apartados por molestos, incluso marginados. En mi caso particular me ha llevado a alejarme siempre de las organizaciones poderosas, que gastan demasiada energía en autoperpetuarse.

-Me da la impresión de que eso no le preocupa demasiado.

-A estas alturas, estoy entrenado y muy a gusto, porque me arrepiento de muy pocas cosas. Por otro lado, yo me siento muy cómodo en la parte marginada por el poder; las organizaciones sociales me entusiasman, las personas que estamos en este mundo me gustan muchísimo, son personas ingenuas, ilusas, utópicas. A mí eso me emociona mucho más que otros escenarios. Y como tengo la suerte de ganarme la vida superbien...

-¿Nunca le ha tentado meterse en política, en alguna lista?

-Yo he apoyado en varias ocasiones candidaturas de Izquierda Unida. Pero el compromiso con organizaciones me preocupa en cuanto que pueda limitar mi libertad de crítica y me cree unas contradicciones insuperables. Soy un creyente de izquierdas potente, sobre todo por el componente social. Eso me lleva a ser un anticapitalista feroz . Pero entrar en una lista...

-¿En ninguna?

-Mira, lo he comentado con mi compañera en plan cachondeo alguna vez. Imagínate ya jubilado: no pinto nada, no dependo de nadie, tengo mi subsistencia garantizada y no cobro de político: el acceso a un poder alternativo en esas circunstancias, en un ayuntamiento, una alternativa desinteresada de jubilatas de izquierda en una ciudad, que reconozca la realidad, eso no me repele, me parece atractivo. Como la Plataforma Social, pero en concejales.

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