Cádiz

La decadencia de la Semana Santa

  • Episodios más que negativos evidencian la falta de respeto de buena parte del público al paso de cofradías

Se ha seguido viendo la evolución que en materia patrimonial y cofradiera experimentan las hermandades cada Semana Santa. Se han visto unos cortejos que en líneas generales mantienen los gruesos de capirotes de estos años atrás. Se han visto unos pasos que, salvo escasísima excepción, son portados de manera correcta por sus cuadrillas de cargadores. Se ha demostrado, en definitiva, que las juntas de gobierno y los hermanos cada vez saben hacer mejor las cosas y plantarse de manera más acertada en la calle.

Pero ocurre precisamente con la calle lo radicalmente contrario. Por desgracia, la Semana Santa que acaba de pasar ha reafirmado muchas de las malas actitudes de un público que parece no diferenciar bien qué es lo que está presenciando ante sí; o desde luego no se comporta de forma adecuada a eso. Y eso está llevando a la decadencia de la Semana Santa.

Porque decadente es que el público de Catedral se crea con derecho de abuchear desde sus localidades a un cortejo por el mero hecho de que la banda de música que acompaña a ese paso no interprete ninguna marcha procesional. Eso ocurrió nada más comenzar la Semana Santa en Catedral, al paso de la Virgen del Amparo por la rampa. Si el que adquiere una localidad en esta plaza entiende que la obligación de la cofradía es tocar una marcha delante suya, mal encaminada va la Semana Santa. Y eso debe entender ese público para ponerse a chillar y a abuchear como lo hizo el Domingo de Ramos.

Decadente es también si cualquiera se ve en el derecho de aplaudir o censurar la procesión que está viendo. Lo mismo da aplaudir una levantá del Cristo de la Vera-Cruz o el paso de Medinaceli que vociferar en contra de los decibelios de las horquillas en cualquier paso que a ellos/ellas (generalmente de sexo femenino y edad avanzada, curiosamente) no les guste. Como si estuvieran en el Carranza, o en el Gallinero del Falla, o en la plaza de toros de El Puerto...

Símbolo de la decadencia de la Semana Santa ha sido también comprobar este año cómo muchos no se levantan de su silla en Candelaria, Montañés o Ancha o de su palco en Catedral (en Palillero esto no ocurre) cuando pasa una imagen ante sí, Lo que evidencia esa falta de respeto hacia lo que está viendo pasar ante sí.

Y fuera de la carrera oficial, demuestra esta decadencia la colocación del público donde le viene en gana, sin respetar las filas del cortejo procesional que está pasando ante él. Y cuidado si un penitente osa rozarlo o 'chocarse' con esa persona, que es capaz de formar un numerito como el del energúmeno que saltó en el regreso de Afligidos por Sagasta, que no tuvo reparos en insultar a la hermandad y amenazar a gritos en plena calle al penitente que lo rozó al pasar por su lado.

Todo esto hace parecer que la gente en Cádiz no se echa a la calle a ver procesiones, sino que observa la Semana Santa como el 5 de enero ve la cabalgata de Reyes, el domingo de Carnaval la otra, o en septiembre el festival aéreo. Nada de religiosidad, nada de cofradismo, nada de nada. Por eso no se guarda el mínimo respeto al paso de un cortejo, no se escatima en fuerzas a la hora de gritar (para bien o para mal) a lo que está pasando ante sí, pero sin observar lo que está pasando ante sí. Porque aquí nadie mira el conjunto: tipo y exorno de flores, talla u orfebrería de los pasos, bordados de sayas, túnicas y bambalinas, disposición de las candelerías, vestimenta de las dolorosas... Nada de eso se comenta. Solo importa lo que importa...

El problema es cuando esta decadencia alcanza un escalón superior y llega a las hermandades, como ocurrió el Martes Santo con las famosas camisetas de los cargadores del Caído. Porque es decadente utilizar una estación de penitencia como medio para manifestar cualquier mensaje, sea el que sea (y mucho menos algo tan lógico hoy en día, tan poco puesto en entredicho como la presencia de horquillas en todos y cada uno de los pasos). Porque es decadente que una cofradía -curiosamente, una de las cofradías que más ha roto con su tradición de paso, vestimenta de imágenes, hábito procesional, insignias, música, etcétera, en los últimos diez o quince años- permita esa vestimenta y entre en este tipo de absurdas guerras. Porque es decadente, en definitiva, simplificar el misterio de cargar un paso, la grandeza de toda una Semana Santa, en cuatro palos de madera que hacen ruido en el suelo.

Esta decadencia de la Semana Santa en la calle -que no de las cofradías que hacen la Semana Santa-, estos comportamientos del público, al igual que esos calentamientos cofradieros de algunos que parece que buscan simplemente una notoriedad personal y que evidencian un supino desconocimiento de la realidad cofradiera del momento, tienen un aspecto positivo: que ya hoy, quizás el mismo Domingo de Resurrección, ese público irrespetuoso, esos que se rasgan las vestiduras de manera trasnochada, se olvidan por completo de la Semana Santa y vuelven a centrarse en sus verdaderas pasiones (futboleras, carnavaleras o de otra índole), dejando paz y tranquilidad en las hermandades para que sigan trabajando en esa línea ascendente de los últimos años. Pero ¡ojo! porque tiene un aspecto tan negativo como peligroso: si la decadencia no se corrige terminará cargándose la propia Semana Santa.

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