Cádiz

El vasco que iba para marino y acabó gaditano y hostelero

  • El gerente y propietario de La Marea ha heredado el carácter emprendedor de su padre y la buena cocina de su madre

A Mikel Elorza Guisasola le queda de vasco su lugar de nacimiento en el carné de identidad, el nombre y los dos apellidos y una numerosa familia con la que mantiene un contacto intenso. También el carácter emprendedor de su padre y la buena mano para la cocina de su madre. De gaditano lo tiene prácticamente todo y sin embargo no por ello reniega de sus orígenes. Será por ello por lo que los periodistas aún lo llamamos cada vez que se hace un reportaje de vascos residentes en Cádiz, a pesar de que él dice que no puede conocer bien esa realidad porque lleva en Cádiz desde los ocho años "y ya no sé ni como piensan".

El apellido Elorza va íntimamente ligado a La Marea, la marisquería que nació casi por casualidad y que a punto de cumplir 25 años se ha convertido en un referente de la hostelería gaditana. Gracias a ello el miércoles pasado recibió el Premio a la Promoción Turística de Cádiz junto a Miguel de la Quadra Salcedo por la Ruta Quetzal.

Entre la vocación de marino mercante, el deseo de su padre para que se dedicara a la medicina, el negocio familiar de una fundición que era proveedora de Astilleros y sus estudios de perito industrial naval, al final acabó montando una marisquería-cervecería en el Paseo.

Elorza, junto a sus hermanos Ibon y Julián, se hicieron con el local donde estaba la primera franquicia de comida rápida que había en Cádiz, el Kentucky Fried Chicken. En principio la intención era hacer negocio con el local, pero después vieron la posibilidad de abrir ellos mismos el negocio. Tras realizar un estudio, decidieron que había que poner una marisquería, aunque de este producto Mikel Elorza reconoce que no tenía casi ni idea, por lo que se rodearon de profesionales como Manolín el Gamba, uno de los hermanos Ortiz y Joaquín Conde para la barra. En este sentido, asegura que aunque el premio lo recogió él en mano, detrás había mucha gente detrás, desde su familia, a los trabajadores y también los clientes.

Pero Mikel Elorza quería algo más y empezó a hacer sus pinitos con la cocina, con la que siempre había estado familiarizado gracias a la buena mano de su madre. En la infancia vivía en la calle Arbolí y recuerda ir con ella frecuentemente al Mercado Central a comprar. Entre los platos mágicos que hacía estaban los chipirones en su tinta, los cuales cocinaba con una liturgia.

Con el paso de los años vinieron los dos hermanos de La Marea, el chiringuito en la playa y el restaurante en Elcano. Y con el gen de emprendedor metido en la familia Elorza, vino un negocio de zanahorias cultivadas en la provincia y una empresa, Hortigades, que es una de las más importantes del sector.

Elorza, que ya hoy en día entiende mucho más de mariscos, dice que él recuerda al Barril y a la cervecería de El Puerto como los dos grandes centros de reunión a nivel hostelero. Hoy cree que son Baro y La Marea.

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