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XXII Cumbre iberoamericana Situación sociopolítica

Por detrás de Brasil

  • España llega a la cumbre de Cádiz como segunda economía iberoamericana, pendiente de un segundo rescate de la UE y con la amenaza del independentismo catalán

La XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile en 2007, ha sido hasta ahora la cita latinoamericana más conocida desde que esta comunidad, que cuenta en la actualidad con más 600 millones de habitantes, arrancara en 1991 en Guadalajara (México) a la conquista del sueño de unidad iberoamericana.

Pero la popularidad de la cumbre chilena no se debió al profundo debate que se produjo en torno al desarrollo y la inclusión social en toda esta región intercontinental. Adquirió una especial relevancia gracias al incidente que protagonizaron el Rey de España y el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. Guste o no, el '¿por qué no callas?' que le espetó don Juan Carlos I al líder venezolano forma parte del ADN de unas cumbres que, desde entonces, no han hecho nada más que languidecer hasta situarse al borde la desaparición con programaciones tan ambiguas como poco ambiciosas (San Salvador, juventud y desarrollo; Estoril, innovación y tecnología; Mar del Plata, educación para la inclusión social, y Asunción, transformación del Estado y desarrollo).

Cádiz, que acogerá la XXII Cumbre Iberoamericana, tiene ante sí el reto de reactivar estas citas, dándole más contenido político, rebajando los juegos florales. Todo para evitar que Panamá sea en 2013 una especie de canal mortuorio de este sueño de ida y vuelta.

Pero la España de 2007 poco o nada tiene que ver con la actual. En el último año de bonanza económica, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, rebosaba optimismo en sus comparecencias públicas. Ante sus compañeros socialistas presumía de una España que estaba en la Champions League de la economía mundial, y vaticinaba un 2008 en el que las cosas irían mejor en materia antiterrorista.

No era para menos: el paro estaba en el 8,3%; las cuentas públicas arrojaron un 2,23% de superávit, y la deuda se situaba en el 36,2%. España era la séptima economía mundial después de haber desbancado a Canadá, según certificó el propio Banco de España. Y, por supuesto, la primera de la comunidad iberoamericana.

Y ETA, el principal problema para los españoles en esos días según las encuestas del Centro de Investigaciones Tecnológicas (CIS), estaba dando síntomas, tras anunciar un año antes un "alto el fuego permanente", de que podía cerrar la persiana de la barbarie en cualquier momento.

El Gobierno miraba el futuro con optimismo y preparaba la cita de XXII Cumbre Iberoamericana de Cádiz, como parte de la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812, con ilusión y presupuesto, y estaba dispuesto a inaugurar el segundo puente sobre la Bahía gaditana, de nombre 'La Pepa', el mismo 2012, como colofón de un gran acontecimiento nacional e internacional.

Pero, tras la crisis financiera internacional y la 'burbuja inmobiliaria' nacional de los últimos cuatro años, España se ha visto abocada en los últimos meses a solicitar un rescate bancario de hasta 100.000 millones de euros y está pendiente de cerrar otro de más calado con sus socios europeos en las próximas semanas para aliviar el acoso inmisericorde de los mercados sobre la deuda española.

El Gobierno de Rajoy, que llegó al poder a finales de 2011, se enfrenta en la actualidad a un paro del 24,6%; un déficit, del 8,9% en 2011, y una deuda, en torno al 90%. Con la reducción de déficit como objetivo obsesivo, sus recortes y reformas no convencen a la mayoría de los españoles ni a algunos de los organismos internacionales que le están tutelando -léase el FMI, con unas previsiones absolutamente demoledoras para la economía española-.

Fruto de este deterioro continuado, que se ha manifestado a través de una caída en picado del consumo privado y la falta de créditos a familias y empresas, España ha dejado de ser la octava economía mundial. Entre 2009 y 2010, en la etapa de ZP, fue superada por Brasil, que, además, es ahora mismo la primera economía iberoamericana de forma muy clara.

Cuatro años después, tras dejar a finales de 2007 en mal lugar a Rodríguez Zapatero con el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas, ETA está en vías de liquidación. La política penitenciaria del Gobierno actual está favoreciendo el punto y final de una banda terrorista que ha dejado un millar de muertos como siniestra tarjeta de presentación.

Pero Rajoy y los suyos se enfrentan ahora a un problema territorial muy serio: el independentismo catalán. Y detrás viene el País Vasco, que ya amagó con el 'Plan Ibarretxe' en la legislatura pasada. Inmersos en sendos procesos electorales, las urnas pueden arrojar supermayorías soberanistas en ambas autonomías.

En resumen, sin el segundo puente, postergado por los recortes presupuestarios de los últimos tres años, y sin el liderazgo económico iberoamericano, con un segundo rescate que contendrá nuevas recortes y nuevas protestas y con un independentismo catalán y vasco que pone en peligro la integridad territorial de España, el Gobierno buscará en Cádiz un éxito diplomático como agua de noviembre. De entrada, para lograrlo necesita un buen nivel de asistencia -parece garantizado a la espera de los países bolivarianos- . E intentará fortalecer en América Latina la marca España. Por mucho Cádiz que sea, otra cosa bien distinta es que consiga salvar la continuidad de estas cumbres.

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