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Agustín Rubiales. Empresario y benefactor

"Sé lo que es pasar necesidad y por eso no puedo negarme a ayudar a la gente"

  • Después de regalar un piso a un matrimonio sevillano desahuciado por su propio hijo, a Agustín Rubiales le llovieron las peticiones de ayuda · Recibe cada día en su oficina entre 10 y 15 familias necesitadas

A las 11.30 del día fijado para esta entrevista había recibido ya a seis personas pidiendo ayuda. En su oficina de la calle Hospital de Mujeres hay cada jornada un goteo constante de gente necesitada. Agustín Rubiales no preside una ONG. Es un empresario que se ha convertido en el hombre del momento en materia benéfica. Está presente en todos los actos en los que se recaudan fondos para los necesitados. Su patrimonio merma porque corren malos tiempos para su oficio, la construcción, y porque ayuda a muchas familias a pagar recibos de agua, luz y casa. Dice que en su infancia y en sus primeros años de casado pasó tanta necesidad que es incapaz de negar ayuda a quien se la pide. Su labor como benefactor se hizo mediática cuando ofreció en Santa María un piso gratis a un matrimonio sevillano desahuciado por su propio hijo. Durante la entrevista desliza una confesión: "Probablemente de aquí al final del año le deje la empresa a mis hijos. La diabetes me está dejando sin vista".

-¿Cómo a un particular como usted acude tanta gente necesitada como si presidiera una ONG?

-Todo empezó con el tema del matrimonio sevillano, que se convirtió en noticia. Pero yo siempre he estado ayudando. Sí es cierto que después de eso se recrudeció la crisis. Estoy totalmente desbordado. Unas quince familias cada día para que les pague el agua, la luz... y les ayudo.

-Entienda que es usted un caso atípico en estos tiempos que corren: empresario económicamente desahogado convertido en benefactor.

-Vivía al principio de casarme en la Casa Lasquety, tieso como una caña en una habitación de 14 metros cuadrados, cortinas por tabiques, sin desagüe... Sé lo que es pasar necesidad y estar amenazado de desahucio por no poder pagar ese cuarto miserable. Por eso me da mucha pena quienes vienen aquí a pedirme.

-¿Cuándo le cambió la suerte?

-Trabajando mucho. Los tiempos fueron cambiando. Limpiaba en Simago por las noches. Me hice fontanero, aprendí en la calle, mi escuela. Y desde ahí a constructor abriendo una empresa pequeña. Fue creciendo, cogíamos trabajos en Ceuta, Melilla, Canarias... Nunca derroché el dinero, supe guardar. Por si las cosas venían malamente. Gracias a Dios tengo propiedades que me dejan una renta con las que puedo hacer cuatro cosas benéficas. Porque en la construcción no hay trabajo. En los buenos momentos tuve 200 personas a mi cargo, y ahora tengo mis dos hijos, un administrativo y un oficial.

-¿No teme las críticas por aparecer tanto en primera línea?

-El 'no' conmigo no va. Busco siempre soluciones, gusten o no gusten. Lo hago porque sale de mí hacer cosas por Cádiz, por su gente. No voy a cambiar. Lo que hago no lo hago para recibir nada. Ni para salir en la prensa. Lo hago porque lo creo justo en una persona que como yo tiene aún posibilidades económicas.

-¿Le regañan sus administradores por gastar su patrimonio en estas obras benéficas?

-En la empresa ya no entra tanto dinero como antes. Algo sí me regañan. Me dicen "afloja un poquito". Pero estar sentado aquí es duro, viendo el dolor de las personas que vienen a pedir ayuda.

-¿Qué solución ve a la crisis en la capital?

-Tengo cientos de currículums. Es importante que haya más obras en Cádiz para que arda la olla todos los días. Es muy fuerte lo que está ocurriendo. Hay que dar soluciones a esto. Hay muchas fincas vacías en la ciudad y es necesario un plan de choque entre los propietarios y las administraciones. De la construcción comen muchas personas y luego el dinero circula. Los autónomos siempre han tirado del carro. A mí me gustaría dar trabajo en lugar de dar dinero. ¡Qué más quisiera yo! El dinero debe circular, porque así ganamos todos.

-¿Cree que debería haber más casos como el suyo, de empresarios con posibilidades económicas arrimando el hombro?

-Sí, sin duda. Porque no damos abasto. Si vienen a pedirme 2.000 euros no puedo, pero si nos reunimos 30 o 40 que podamos, ayudaremos. A evitar desahucios, por ejemplo. Y si no podemos poner dinero, ayudar con los contactos a celebrar eventos benéficos.

-¿Ha pedido ayuda a personas con posibilidades como usted?

-Es complicado. No me gusta hacerlo porque puedes poner a gente en un compromiso. Debe salir de cada persona. Yo no pido nunca nada. Soy solidario con mi bolsillo. Cada uno que haga lo que pueda o lo que quiera. Mis recursos están cada vez más flojos, pero me da mucha pena de la gente que lo pasa mal. Por experiencia.

-¿No teme que se le acerquen los típicos aprovechados?

-Siempre hubo aprovechados. Puede ser que haya picaresca, pero yo no lo he detectado. Y hay quien me avisa de que alguien se quita los pendientes de oro antes de entrar en mi oficina... pero soy confiado. Todo el que viene me parece necesitado.

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