Cádiz

Cinque Terre Italia

sE puede uno imaginar una región pequeña, con pueblos colgados sobre el mar Mediterráneo, rodeados de viñas y limoneros, a los que no se puede acceder nada más que por mar o en tren, y en los que las casas de colores albergan restaurantes orientados a la puesta de sol e inverosímiles, pequeños puertos con barcas de colores y en los que los muelles pueden llegar a ser las calles. Se lo puede uno imaginar, o bien optar por visitarla. Se trata de Cinque Terre, una mínima extensión de costa italiana empinada, en el golfo de la Spezia, en la costa de Liguria, no demasiado lejos de Génova.

Son cinco pueblos agrupados en una corta extensión de kilómetros, extrañamente no muy conocida por los viajeros españoles, pero extraordinariamente popular entre los italianos, por supuesto, pero también entre los centroeuropeos. De hecho, ése sería el significado de su nombre en español: Cinco pueblos. Son Vernazza, Riomaggiore, Corniglia, Manarola y Monterosso al Mare. Un hombre mayor que viajaba en el tren que une cómodamente las pequeñas poblaciones y que cruza infinidad de túneles, le decía a uno de los numerosos senderistas que disfrutan del Parque Natural: "Per me, la piú genuina delle Cinque Terre é Vernazza". Es posible, porque Vernazza lo tiene todo: la playa junto al muelle, las barcas balanceándose junto a la antigua iglesia y un espolón rocoso que se adentra en el mar y en el que descansa una antigua torre medieval. Más fotográfico, imposible.

Sí, puede ser, pero Vernazza tendría que entrar en dura competencia para llevarse el concurso de belleza con Manarola, que agrupa sus casas de color pastel sobre una roca enorme y redondeada que miran el azul, aparente e incomprensiblemente indiferentes. Y ambos tendrían que pelear por el galardón con la exuberante Riomaggiore, encajonada en un pequeño valle con un minúsculo río. Ambos, pueblo y torrente desembocan en un increíble puerto: las barcas casi trepan por la roca cuando sus dueños las ponen a descansar en unos pocos metros cuesta arriba. Todo parece en un imposible equilibrio entre la tierra y el mar. Un cómodo sendero pegado al acantilado, la llamada Via del' Amore, une Riomaggiore y Manarola. Es posible llegar en un agradable paseo de poco más de media hora, y casi todo el mundo lo hace.

Este no es más que una pequeña muestra, al alcance de todos, de los bien señalizados caminos que recorren el Parque Natural de Cinque Terre, una de las extensiones senderistas más populares en Europa, perfectamente organizado y controlado, y que comunican todos los pueblos, con dificultades variadas. Hay que pagar para acceder a él, pero se puede comprar un billete conjunto con el estupendo tren que comunica los cinco pueblos, y bajar indistintamente en una u otra estación. Corniglia está algo más apartado del mar, aunque se ve, pero Monterosso tiene unas buenas playas y un casco antiguo más llano.

El tren que para en todas las estaciones, es la mejor forma de visitar los pueblos, en los que está prohibida o seriamente restringida la circulación en automóvil. Por otra parte, sería una locura adentrarse en las estrechas, empinadas, retorcidas calles, y nos perderíamos la olvidada sensación de andar sin escuchar motores a cada momento. Si acaso, se oyen los sordos "tucutú" de las barcas o el sonido mecánico de las grúas sacando las embarcaciones del agua.

La zona ofrece además la posibilidad de visitar, por tren y luego autobús, el exclusivo y bellísimo pueblo de Portofino o plantearse la posibilidad de pernoctar en el elegante Sestri Levante, bastante más barato, con su buena playa y sus trampantojos en las fachadas.

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