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Andalucía

Hadronterapia, la próxima frontera

  • La posición geográfica de Andalucía es idónea para un hipotético centro de alta radioterapia que fuese referencia para España, Marruecos y Portugal

Uno de los caballos de batalla de la radioterapia convencional es el de los posibles daños colaterales del bombardeo con fotones en las zonas próximas a la masa tumoral. Ese asunto preocupa al personal sanitario y a los pacientes desde que se conocen las aplicaciones clínicas de la radiación en la lucha contra el cáncer. Con el tiempo, las máquinas han mejorado y los profesionales han aprendido a manejarlas con mayor eficacia. Hace muchos años que se trabaja en el cálculo preciso de las dosis para minimizar en lo posible los efectos indeseables de la radiación; los radiofísicos, en cooperación con los oncólogos, han logrado adaptar, con estrategias como la radioterapia de intensidad modulada, la potencia de cada haz de fotones a los volúmenes casi exactos del tumor a irradiar, multiplicando la efectividad de cada sesión de radioterapia y ahorrando mucho sufrimiento a los pacientes. Pero hay situaciones en las que los límites de la tecnología disponible en una instalación sanitaria concreta se hacen evidentes y desesperantes: tumores ubicados en zonas de la anatomía humana cuya irradiación afectaría a órganos vitales y masas tumorales que, por diversas razones, son radiorresistentes y, por tanto, los fotones no consiguen el efecto deseado. Hay una alternativa, que día a día acumula mayor experiencia clínica, capaz de ser muy eficaz contra estos tumores rebeldes o de ubicación comprometida. Usar en el tratamiento partículas subatómicas de mucha mayor eficacia que la de los fotones: los hadrones, últimamente más conocidos gracias a su utilización en el Gran Colisionador del CERN, en Ginebra, ése que busca el bosón de Higgins, la partícula de Dios.

La instalación ginebrina no está pensada para usos médicos. Pero sus dimensiones, 27 kilómetros de circunferencia, dan una idea de la magnitud de la infraestructura necesaria para obtener y dominar una energía que se mide en teraelectronvoltios: la unidad elevada a la potencia doce. Sin embargo, ese tipo de experimentos y las cantidades gigantescas de dinero que consumen revierten con creces, en ocasiones, en la sociedad: por ejemplo, del CERN salió, en buena parte, un invento llamado internet. Para la hadronterapia no son necesarias instalaciones tan grandes pero tampoco son dispositivos de bolsillo. De hecho, las que tratan pacientes con iones ocupan edificios de varias plantas de altura, como la existente en la ciudad alemana de Heidelberg, entre otras razones por el tamaño de los imanes que controlan y focalizan la trayectoria de la radiación. La hadronterapia más generalizada, por razones económicas, es la que usa protones, aunque su efectividad biológica es inferior a la de los iones. Este tipo de abordaje radioterapéutico está especialmente indicado en casos pediátricos; se utiliza en tumores pulmonares, próstata, cerebro y cabeza y cuello, entre otros, y hay centros que aplican esta tecnología en un buen número de países. En España, no.

Lo que más se parece a un compromiso español con cierta vocación de utilización de protones en pacientes es la Gran Instalación de Física Médica proyectada en Valencia. Aún por poner en pie y pensada para un uso compartido entre la actividad clínica, proyectos de I+D y programas formativos, es una iniciativa bajo la tormenta de la crisis, entre otras tribulaciones.

En Andalucía, es entre los físicos implicados en la radioterapia donde esta tecnología de frontera tiene sus principales valedores. Rafael Arráns, profesor honorario de la Universidad de Sevilla y jefe de sección de Física para Radioterapia del Hospital Virgen Macarena, reconoce que el principal obstáculo para disponer de ella es el económico. Una instalación de protonterapia cuesta entre 55 y 150 millones de euros. Un centro de ionterapia es otra cosa. Es un proyecto de Estado, de cientos de millones de euros. "Hay experiencia clínica mundial de tratamiento con protones en unos 50.000 pacientes y en unos 3.000 que han recibido iones. Me consta -dice Arráns- que ha habido pacientes de nuestro país que han buscado esa opción en el extranjero, después de una valoración clínica exhaustiva. La hadronterapia no es un capricho, es una opción con posibilidades de éxito para tratar tumores muy difíciles, en los que la radioterapia convencional ha fracasado o es demasiado arriesgada". Arráns es consciente del asunto del coste económico y de que la eficiencia exige un número mínimo de pacientes susceptibles de recibir este tratamiento. "En términos de inversión pública, es una cuestión de prioridades. El coste de una instalación de protonterapia es el equivalente al de unos diez kilómetros de autovía: son los ciudadanos los que tienen que decidir dónde y cómo se gastan sus impuestos. Para ello, primero tienen que saber que existen las autovías pero también nuevas tecnologías eficaces para tratar el cáncer", dice este experto. Si se construyese en España un centro de protonterapia, habría que considerar una población aproximada de unos 60 millones de habitantes para asegurar un número de pacientes mínimo que necesitasen esa opción terapéutica para hacerla costoeficiente: podría ser un centro de referencia para España, Portugal y Marruecos. Y ahí Andalucía ocupa una posición estratégica.

Lo más aproximado a un posicionamiento de la Administración es una alusión contenida en la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud de 2006, donde se dice que el Sistema Nacional de Salud determinará "uno o varios" centros de referencia para ciertos procedimientos, entre ellos el tratamiento con protones e iones de carbono. Hasta hoy. Por parte de la Junta de Andalucía, su Plan Integral de Oncología no prevé esta opción y la Consejería de Salud considera que la baja frecuencia de los tumores candidatos a este abordaje hace ineficiente un proyecto de este tipo.

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