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Un golpe de efecto a la violencia

  • Varias asociaciones enseñan técnicas de defensa propia para saber reaccionar ante agresiones

El objetivo, más que aprender a golpear, es adquirir confianza en uno mismo. Cinco minutos de clase son suficientes para comprobar que el plan no pasa por convertir a los practicantes del Shorinji Kempo en máquinas de hacer justicia. Las directrices son contundentes. No usar la fuerza, sino evitar el golpe. En lugar de pararlo con el brazo, esquivarlo con el cuerpo. La técnica suple siempre a la fuerza. Y es que la autodefensa es uno de los cometidos básicos de este arte marcial, basado en anular al oponente atacando o presionando sus puntos débiles.

Almudena, que asume el papel de instructora, niega que la mejor defensa sea un buen ataque. "Todo lo contrario. Aquí nos basamos en no causarle daño al otro. Si hay un ataque real, lo que hacemos es neutralizarlo. No intentamos golpearlo, sino inmovilizarle", detalla. La diferencia, de hecho, con otros estilos marciales es que el movimiento de los oponentes se aplica contra ellos mismos. Contraatacar es secundario, sólo se hará en caso de que sea necesario protegerse.

La profesora, que arrastra 15 años de experiencia, se muestra convencida de que este arte, fundado en Japón, no está dirigido únicamente al sexo masculino. "Eso pasó a la historia. Tanto los hombres como las mujeres se integran, aprenden y se sienten mucho más fuertes cuando salen de aquí", señala. También los niños pueden formar parte del grupo, aunque a partir de los 13 años. Luisa, de 14, comenzó hace dos meses a acudir junto a sus padres con un reto claro: "Quería aprender a defenderme". Y lo está consiguiendo. La instructora reconoce la evolución, también a nivel personal, que ha experimentado.

El espíritu de lucha se ve reflejado en el grito que durante la ejecución de un ataque puede oírse al unísono en el espacio que la asociación Shokema tiene habilitado en la Junta de Distrito de Bailén-Miraflores para entrenar. "Es una forma de liberar energía. Con el kiai, al dar el golpe, la expulsas y, con el fujumi kiai, la dejas dentro para que tu cuerpo no sufra cuando va a recibir el impacto. Cuanto más ejercicio se hace, más relajado se está", asevera. El respeto a Toni, el maestro, es una de las señas de identidad. Saludar al terminar cada técnica se hace obligatorio, casi tanto como la guerra de miradas.

La metodología de defensa personal se divide en tres sistemas: goho (método duro, utilizando los puños y las piernas), otro blando, el que más dificultad entraña para dominarse, y un tercero, el terapéutico, basado en un masaje oriental. El Kempo se ha implementado también a grupos uniformados. Para practicarlo no es necesario un determinado peso, pero sí adoptar una alimentación saludable. "No importa lo débil o fuerte que seas. Tampoco hay que ser muy rápido, sino saber colocarse", explica el también responsable de la asociación, que este año celebra su 20 aniversario y cuenta con unos 150 socios.

La concentración es la columna vertebral del Kempo. Sólo así se consigue mejorar la capacidad para enfrentarse a un examen o a una entrevista de trabajo. "Me ayuda a tener seguridad en mí mismo y a superar cualquier reto personal", resalta Daniel Delgado, de 23 años.

A Elena Parrado la vocación le llegó con sólo 7. "Le dije a mi padre: 'Yo quiero estar ahí'. Me encanta. No lo voy a abandonar nunca", recuerda. Desde entonces ya ha transcurrido una década. La mirada a su compañera Sandra, que compagina las artes marciales con la carrera de Química, refleja la admiración que siente por ella. Y es que el entrenamiento en parejas es la norma. "Si no lo hiciéramos juntas, me faltaría una mano", asegura.

El maestro añade que se compite "desarrollando valores y con el compromiso de no fallarse". Incluso entre hermanos. Bryan, de 16 años, ha conseguido "perder la timidez". "Empecé en 2013. Iba a las clases a mirar y me gustaba lo que veía. Toni me preguntó si quería probar junto a mi hermano. Sólo he faltado un día. Ya no me cuesta tanto hablar en público. Me pongo nervioso, pero me controlo. Me siento mejor desde que estoy aquí", expresa.

En palabras de la instructora, la iniciativa pretende también "una educación basada en la disciplina", en la cultura japonesa. La otra faceta del Kempo es la deportiva. El maestro recuerda orgulloso que Elena, Sandra y Lucas, aficionados desde pequeño, han participado este año en el campeonato de Europa y han logrado la medalla de plata en su categoría. "La competición es el cebo para convertirse en grandes maestros o instructores. Nuestra filosofía es que lo que aprendemos lo enseñamos", manifiesta mientras sonríe a los ganadores del campeonato de España en la categoría junior, de 12 a 16 años. Son promesas de futuro.

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