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Política

Andaluces antagónicos en el 'Parlament'

  • Los emigrantes integrados en la sociedad catalana toman partido por la independencia o el unionismo, aunque los dos grupos son optimistas cuando se trata de defender sus posturas.

Hace un año y medio este diario entrevistó a una decena de andaluces residentes en Cataluña desde hace años, para conocer cómo se enfrentaban al proceso soberanista emprendido por Artur Mas. Han pasado una consulta ilegal -o proceso participativo-, unas elecciones autonómicas -o plebiscitarias-, y un puñado de tiras y afloja que desembocaron en un Parlament que aprobó el lunes el inicio de la "desconexión del Estado". Las personas a las que se dirigió este medio, entre políticos y ciudadanos de a pie, siguen en las antípodas respecto al proceso, pero coinciden en señalar que el ambiente se ha relajado y que el famoso choque de trenes está más en lo institucional que en lo cotidiano.

Para quien más han cambiado las cosas en este tiempo ha sido para Eduardo Reyes. Este cordobés afincado en Cataluña era conocido por presidir Súmate, la asociación que engloba a aquellos que se sienten catalanes aunque no hayan nacido en la región y desean que se independice del resto de España. En este año y medio ha dado un paso adelante y ocupó el sexto puesto en la lista de Junts pel Sí, por detrás de Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana (ERC) y Artur Mas, presidente en funciones de la Generalitat por Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). "Nunca me había planteado el salto a la política, pero todas las pegas del Gobierno español al derecho a decidir de los catalanes me animaron".

Reyes dice que le llamaron por su relevancia y porque la petición le llegó de todas las fuerzas. En mayo de 2014, dijo desear la independencia para que el pueblo fuera "protagonista" y "echara a la oligarquía que lo gobierna". Pero la lista de la que forma parte cuenta con un 60% de cargos de CDC y un 40% de ERC y su objetivo es hacer president a Mas. Reyes echa balones fuera sobre el asunto y recuerda el carácter unitario de la candidatura: "La lista la forman personas de manera independiente, como yo, que soy de izquierdas. Mas dio un paso adelante, pero no estaba solo". A sus 65 años se siente con "ganas de trabajar" por una Cataluña independiente que pueda tener "sus propias leyes y seguir siendo solidaria con el resto".

En la otra punta de la arena política continúa ejerciendo María José García Cuevas, diputada en el Parlament por el Partido Popular. Tras las elecciones del 27-S, revalidó su cargo a pesar de la salida de Alicia Sánchez Camacho, que fue quien la fichó. Nacida en Jaén, tras 17 años en Cataluña se muestra ahora más optimista que nunca. Cree que la victoria en escaños de los partidos independentistas es positiva porque "por lo menos ahora las cartas están sobre la mesa". Que el proceso se haya acelerado es un signo positivo para García Cuevas porque así se acerca también a su final. "El Estado siempre gana, ganó contra el terrorismo y esto es igual, pero sin sangre", afirma.

Sin embargo, la diputada no oculta su "desilusión" por la falta de voces contra la corrupción cuando se destapan casos como el del 3%: "Los independentistas se han tapado entre ellos y ahora tenemos una calidad democrática bajísima". Reconoce la distancia entre las instituciones y los ciudadanos y además ve más polémica en la Cámara. "Cuando entré, había ambiente de camaradería".

Fuera de las instituciones quedan otros andaluces con los que este periódico se ha vuelto a encontrar. Manel Parra, profesor de instituto y simpatizante del PP, dejó la Junta de Espanya i Catalans, otra plataforma por la permanencia de Cataluña en España hace unos meses y coincide en el diagnóstico general: "veo que el soufflé ha bajado, ya no hay tantas banderas independentistas colgando de los balcones".

Parra vive una tranquilidad que no esperaba hace 3 años, cuando el proceso empezó. Ve en Artur Mas y sus aliados un intento desesperado por reavivar un debate que había entrado en fase de recesión. Y no espera que se salgan con la suya. Entre otras cosas, porque a quienes defienden que Cataluña permanezca en España les ha dado tiempo a organizarse: "La cosa está cambiando y más personas se atreven a decir que no a la independencia, incluso las celebraciones de lo español se ven menos fachas", apostilla.

La primera vez que Mari Carmen Quero y su hijo, Oliver Domínguez, contaron cómo veían el proceso, estaban en una cafetería en Hospitalet. Esta ciudad, refugio de inmigrantes de toda procedencia, ha perdido en el último año y medio a 3.000 de los 29.000 andaluces que habitaban en ella en la primavera del 2014. Domínguez es uno de ellos. A sus 28 años y después de varios intentos de encontrar empleo en Barcelona, se ha ido a vivir a Cardiff donde estudia un máster y trabaja. En las autonómicas del 27-S se decidió por la CUP, el partido comunista y asambleario que defiende la declaración unilateral de independencia, cuando en las anteriores había apoyado a ICV, de corte federalista.

"Es obvio que la mayoría de catalanes votaría no a la independencia, pero la manera de actuar del PP da carta blanca a los partidos independentistas para interpretar cualquier votación como plebiscito", opina Domínguez. Votar a la CUP ha sido su manera de contribuir a que un proceso que empieza a provocar desidia, desencalle. Hace año y medio quería la independencia para "librarse del gobierno del PP" y ahora suma a su hartazgo a Artur Mas y su partido. Convergència se le antoja "otro calco del PP" y estima que políticas sufren sólo cambios "de chapa y pintura para que ERC no les quite su apoyo".

Su madre, nacida en Córdoba, sigue diciendo que sí a la independencia aunque en las autonómicas no votó a ninguna de las listas que la defienden. Le ocurre lo que a muchos votantes que apoyan la secesión, pero a la hora de la verdad tienen miedo de sus consecuencias. Quero prefiere un Estado propio para que "no se paguen tantos impuestos y el dinero se quede en Cataluña en vez de ir a Madrid". Pero después pensó que la independencia podría ser "una moneda de cambio en la lucha de poderes entre Rajoy y Mas". De mentalidad más conservadora, su conversación resume así el pensamiento mayoritario de esa generación que llegó a Cataluña a finales de los 60: "no creo que se llegue a independizar. Puede que algunas cosas mejoren, pero la independencia no, hay muchos intereses creados en su contra".

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