El resto del tintero

Cancerbero o presidente

  • Juan Pablo Durán solivianta a la oposición desde un puesto donde la cintura se debe sobreponer a la obstinación e inicia con bronca una legislatura llamada a ser de diálogo

NADIE entendió las razones que llevaron a Susana Díaz a proponer al cordobés Juan Pablo Durán como presidente del Parlamento andaluz. El puesto más noble de la Cámara se reserva para alguien que va a camino de lograr el título de personalidad, y que por su experiencia profesional pública o privada ha logrado el temple necesario para bregar con la oposición, con su partido y con el Gobierno. Goza del poder, y también de la auctoritas. Manda a callar, abronca, pero también regala. Ninguno de los presidentes anteriores consiguió en apenas unas semanas tal nivel de enfrentamiento con la oposición como el de Durán, de tal modo que su decisión de no dejar pasar a Pleno las iniciativas legislativas de los grupos va a llegar al Tribunal Constitucional. En plena diatriba con la oposición, el presidente tampoco tuvo tino con los periodistas, y el jueves pasado aconsejó a una redactora formular "bien" las preguntas "para llevarnos bien", un poco a lo Soprano, aunque el cordobés sea un tipo de lo más pacífico y amable en la mayor parte de las ocasiones.

Juan Pablo Durán (Córdoba, 1964) no es un hombre con atributos: es puro aparato, sigue siendo el secretario general del PSOE en Córdoba, es uno de los leales de Susana Díaz y, antes de ser presidente, quiso ser consejero de la Junta. Autónomo de la madera de profesión; sin estudios superiores, llegó al PSOE de la mano de José Mellado; fue gerente de una empresa de residuos de la madera, Rimancor; se afilió en 1996, y en 2011 se presentó a las elecciones municipales: sacó cuatro concejales por Córdoba, el peor resultado obtenido por este partido en esta ciudad. Por su paso por Cajasur, le quedó una multa del Banco de España de 64.000 euros que compartió con todo el consejo. Pero, aun así, Juan Pablo Durán siguió con su carrera, dimitió de portavoz municipal -le sucedió su hermana, hoy número tres a la lista al Congreso- ; lo hicieron senador por designación autonómica y, hace unos meses, presidente de la Cámara, puesto donde sucede a la nómina selecta de los Antonio Ojeda, Marín Rite, Javier Torres Vela, Diego Valderas, María del Mar Moreno, Fuensanta Coves y Manuel Gracia.

Una de las personas que defendió su nombramiento, un compañero parlamentario, explicó en su día que la virtud de Durán era, precisamente, la necesaria para el cargo, la de esquivar los enfrentamientos. Y así se movió en el PSOE de Córdoba, acercándose a unos y otros, a Mellado y a Rafael Velasco, sin hacer enemigos y buscando apoyos, todo lo contrario de lo que ha hecho en estos días.

Su negativa a que lleguen al Pleno dos iniciativas legislativas del PP y de Podemos -sobre rebaja de impuestos y sobre transparencia en las cuentas- es un error político, que denota falta de calidad democrática, y jurídico. Primero, porque el Gobierno sólo puede vetar aquellas proposiciones de ley que alteren el Presupuesto actual, y no es el caso de ninguna de ellas. Segundo, en el caso de que la Mesa del Parlamento y el Gobierno discrepen, la discusión de la toma de consideración se debe hacer en el Pleno, pero esto tampoco ha ocurrido. Un empate de los miembros de la Mesa, en el que es clave la abstención de Ciudadanos, tiene atascada todas las iniciativas. Durán, más que un presidente que mira por el interés de la Cámara, es el cancerbero del Parlamento, el que impide que las iniciativas incómodas para un Gobierno en minoría puedan ser discutidas en el pleno.

Un antiguo militante socialista cordobés también cree que Durán está dando otro perfil, que sabía lidiar, aunque otra parte del PSOE de Córdoba lo define como una persona "peculiar", "extraña", "soberbia" e "insegura", un hombre carente de formación que sube por las compensaciones de la lealtad.

Juan Pablo Durán, casado, con tres hijas y natural del barrio cordobés del Arroyo del Moro, es así, en parte afable, educado, pero plano, y a veces, faltón, excesivo, como cuando para defender a una alcaldesa imputada de Peñarroya dijo que "la derecha no hace prisioneros ni deja heridos".

Hay quien sostiene en Córdoba otra teoría: que la dirección no le quería más tiempo de secretario general y que, una vez nombrado presidente, tendrá que dimitir y dejar el cargo, posiblemente, a la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, con quien no ha tenido buenas relaciones. A Durán, por ejemplo, le gusta Rosa Aguilar, y la ex ministra y consejera no es apreciada por la parte del PSOE que la recuerda como alcaldesa y portavoz antifelipista en el Congreso de la mano de IU. La granadina Teresa Jiménez, que ya fue miembro de la Mesa en la pasada legislatura, tenía mejor perfil, pero en Granada el PSOE tiene demasiados líos como para mover una ficha tan importante. Los nombres de Emilio de Llera o Manuel Jiménez Barrios -sin duda, otros perfiles- también sonaron para un puesto donde se impuso otra lógica.

"La verdad es que me extrañó, pero vi que el partido quería perros de presa en la Mesa, por eso entró Durán, que es secretario de Córdoba, y por eso entró Verónica Pérez, que es la secretaria de Sevilla, gente muy dura que sabe enseñar los dientes, en vez de buscar a personas más dialogantes". Así se explica otro militante socialista que comparte escaño. Y sigue: "Esto es malo para el Gobierno, no deberíamos estar dando esta impresión cuando se trata de un error político y de un error jurídico".

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