Andalucía

Ochenta años cruzando la Bahía de Cádiz

  • El primer Vaporcito llegó a El Puerto en 1929, camino de la Exposición de Sevilla

Llegó al muelle de El Puerto camino de Sevilla, para la Exposición Iberoamericana de 1929, y aquí se quedó. Lo había construido en la playa de Mariños-Fene, en La Coruña, Antonio Fernández Fernández, un gallego de los retornados tras años de emigración en Cuba. La motonave llevará el nombre de Adriano, en recuerdo de su padre, y su presencia en El Puerto causará expectación sobre todo porque era un barco moderno, bien equipado y de motor y no de caldera, como era habitual en los navíos que surcaban la ruta de la Bahía en aquella época. Por eso se quedó para siempre.

Asume pronto Antonio Fernández, ayudado por sus hijos varones, el recorrido entre El Puerto y la capital gaditana. El precio del billete oscilaba entre 1 y 1,50 pesetas, aunque los de menos de doce años sólo tenían que abonar cincuenta céntimos.

El éxito de esta iniciativa y el interés del empresario por mejorar el servicio y la propia calidad del barco, hizo que en 1932 comenzase la construcción del Adriano II. La Guerra Civil paralizó la construcción del barco por falta de materiales. Lo ya ejecutado acabó perdido en la playa por lo que hubo que comenzar de nuevo. El Adriano II levantará anclas en 1942. El número de pasaje se había incrementado hasta 400 personas. Curiosamente, en septiembre de 1941 su predecesor había sufrido un accidente y varada al abrirse una vía de agua. Cuentan las crónicas que el pasaje se agrupó en el centro del barco y fue rescatado sin problemas.

El Adriano II estaría escasos años en servicio ya que sería sustituido por el tercero en 1955, el mismo que ayer se hundió en aguas del muelle gaditano. Bajo la dirección de los hermanos Pepe Fernández, fallecido en 2001, y Juan, que murió en 2005, el vapor se metió de lleno en la vida de la Bahía y en su propia historia. La propia Junta de Andalucía reconoció su singularidad en 1998 con su catalogación como "bien de interés etnológico". Años más tarde, en 2002, la misma administración regional lo nominará como Bien de Interés Cultural.

A pesar de la competencia sufrida con la llegada del catamarán y de la línea regular entre Cádiz y El Puerto impulsada por el Consorcio de Transportes, el Vaporcito logró mantenerse, algunos años con evidentes dificultades, gracias a ser sobre todo un referente para el turismo que visita la Bahía cada año.

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