Descontrol en la cadena alimentaria

El fraude y la desinformación ponen en jaque el cultivo de patata

  • La mayor parte de lo que se vende como "patata nueva" es un producto francés que lleva meses en cámara fría. En España la producción se ha reducido a menos de una cuarta parte y se han perdido 35.000 empleos directos en los últimos años.

Elegir una patata nueva, es decir, que venga directamente de la tierra, recién cosechada, es casi misión imposible. Ni con las gafas puestas es fácil ver en las etiquetas -cuando las hay, que no es siempre- de dónde viene esa patata y dónde se ha producido. Pero si uno se empeña y tiene buena vista, la mayor parte de las veces descubrirá que viene de Francia y no de San José de la Rinconada o de otro rincón de España. Pero lo peor no es que sea francesa, sino que esa patata francesa lleva meses conservada a ocho grados bajo cero y ha perdido muchas de las cualidades de la patata fresca, entre otras que no vale para freír porque se empapa de aceite y se pone negra.

El efecto de estos problemas -fraude en el etiquetado que no deja ver al consumidor que no está adquiriendo una patata nueva- y de la entrada masiva de esta patata francesa conservada es doble, según denuncian desde Asociafruit: como la patata no está buena, se deja de consumir y como no se diferencia la calidad, los comerciantes ofrecen patatas francesas y la española -nueva de verdad- no se aprecia en su valor y se está dejando de producir.

Luis Marín, gerente de Asociafruit, entona cierto mea culpa al reconocer que parte de la responsabilidad de este problema es del propio sector, que no ha hecho nada por informar al consumidor de la diferencia entre una patata y otra. Y esto es algo que ahora quieren resolver. "A un ama de casa alemana -explica- no se le ocurre comprar una patata conservada para freírla. Y sin embargo, aquí se fríe cualquier cosa porque el consumidor en este campo no está en absoluto informado. Luego viene el disgusto, con una patata que se pone negra, que tiene un dulzor extraño y que se empapa de aceite".

Además de la desinformación del consumidor habitual sobre las calidades que puede esperar de una patata nueva y de otra que no lo es, Marín asegura que "hay fraude" y que ese fraude además no se produce en el envasado de la patata -"aunque lo ponga muy chico y no se vea"-, sino en "la distribución -tanto en la gran superficie como en los comercios más pequeños-, ya que se rotulan como patatas nuevas las francesas conservadas". Y desde luego lo que nadie indica en el mostrador es que es una patata conservada, es decir, que lleva en cámara frigorífica a temperaturas bajo cero varios meses dependiendo de la época de consumo.

Aquí, la producción de patata va desde mayo hasta noviembre, y en todos estos meses se puede comer patata nueva, recién cosechada. Primero las extra tempranas, luego las tempranas -que se producen sobre todo en Sevilla y en Cartagena- y luego las patatas que se producen en todo el resto del territorio nacional desde Castilla a Galicia. Incluso dice Marín que si nos organizamos mejor podríamos abastecernos de patatas nuevas muchos más meses propiciando la siembra de patatas de variedades más tardías. Pero lo cierto es que, tal como están las cosas, el camino de la patata como cultivo autóctono está más en perderse que en ganar terreno y mercado. "La patata francesa -se queja el gerente de Asociafruit- se nos ha metido incluso en el calendario y se vende en paralelo a la producción de patatas nuevas autóctonas". Nos comemos las francesas viejas y refrigeradas mientras los agricultores se ven abocados a dejar de cultivar por esta competencia desigual.

Para hacer frente a este problema, el sector de la patata está organizando una campaña de información al consumidor, a la vez que reclama a la Administración que tome cartas en el asunto para poner freno al fraude al cliente en la venta de patatas de conservación.

Por ejemplo, desde UPA se ha planteado la necesidad de incrementar los controles de forma coordinada con las comunidades autónomas, así como que las sanciones sean contundentes para que se cumpla con la normativa vigente al objeto de que no se produzcan más engaños masivos a los consumidores.

UPA ha denunciado también al Ministerio el incumplimiento que se produce en la contratación en origen. "No se cumplen las normas básicas porque los productores no cobran a los 30 días y se siguen sin redactar contratos en origen", asegura. En este sentido, UPA ha anunciado que presentará nuevas denuncias ante la AICA (Agencia de Información y Control Alimentarios) contra "aquéllos que compren la patata a los agricultores sin un contrato y que incumplan lo establecido en la Ley de Funcionamiento de la Cadena Alimentaria".

Asimismo, UPA ha exigido que las comunidades autónomas y el Gobierno central actúen con contundencia frente a los engaños de la distribución. "No es posible que de una forma tan descarada se esté actuando impunemente incumpliendo las normas más básicas y destruyendo un sector absolutamente estratégico de la agricultura española y andaluza sin que los sistemas de control funcionen".

En cualquier caso, lo cierto es que actualmente el cultivo de la patata está en claro riesgo de abandono. Los datos son contundentes. Luis Marín, gerente de Asociafruit, dice que mientras que en 1992 se sembraban en España 257.000 hectáreas de patatas, este año no se va a llegar ni a las 60.000. O sea, el cultivo se ha reducido a menos de la cuarta parte, "una caída que ha supuesto la pérdida de 35.000 empleos directos", ya que -según dice Marín- "cada cuatro hectáreas de patata supone un empleo fijo".

En el caso de Andalucía, los datos de Asaja dicen que las estimaciones de superficie de este año reflejan un nuevo descenso respecto del año pasado de la siembra de patatas de todas clases: las extra tempranas bajan en un 19%; las tempranas en un 14% y las de media estación en un 2%. Y si se comparan estas superficies de siembra con la media de 2010-13, la bajada es mucho mayor: un 27% para la extra temprana; un 12% para la temprana y un 28% para la de media estación. Traducido en hectáreas, y según datos de Asociafruit, en 2003 en Andalucía se sembraban 24.000 hectáreas de patatas y en 2013 había descendido a 10.800. Para este año se duda de que se vayan a alcanzar las 8.000 hectáreas. Asimismo, desde la organización agraria UPA, destacan que a nivel nacional, "hemos pasado de 323.600 hectáreas en el año 1986 a poco más de 60.000 previstas en 2015, con la consecuente pérdida de 50.000 puestos de trabajo directos e indirectos".

Y no sólo las superficies de siembra están bajando sino que los españoles -quizás por la mala calidad de las patatas que se ofrecen en el mercado- están dejando de consumir este producto. Según datos hechos públicos desde el Foro de la Patata -constituido precisamente para hacer frente a este problema-, hace 25 años en España se consumían 37 kilos de patata por habitante y año, mientras que ahora sólo se consumen 24 kilos por habitante y año. En concreto, en 2014, el consumo de patata en los hogares españoles descendió en un 2,6% en comparación con la campaña anterior.

Por lo que respecta al sector de la patata en Andalucía, aquí se ha venido sembrando sobre todo patata temprana aunque también hay algo de extratemprana y de media estación. De hecho, el año pasado se sembraron unas 5.000 hectáreas de patata temprana, unas 1.500 de extratemprana, 3.500 de media estación y 1.000 más de patata tardía, según datos de la Junta de Andalucía. Para este año la previsión es de 4.300 hectáreas de temprana, 1.200 de extratemprana y 3.300 de media estación. Por provincias, la principal productora es Sevilla sobre todo en patata temprana. Se siembran en la Vega y principalmente en la zona cercana a San José de la Rinconada. En segundo lugar viene Cádiz, seguido de Málaga y Huelva. En el caso de las extra tempranas, la principal productora es Cádiz, seguida de Sevilla. Y en el caso de la de media estación es Granada la que más produce.

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