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100 años de Falla

El teatro que se disfraza de ladrillos coloraos

  • En 1984 el Falla apenas si llevaba cuarenta años como lugar de celebración del concurso, tiempo que sin embargo resultó más que suficiente para integrarse en la fiesta de tal forma que ésta quedaba coja sin su presencia

EL tango de ‘Guacamayos y Lechuguinos’ está fechado en 1984 y anunciaba las expectativas y la preocupación del mundo del Carnaval ante el inminente inicio de las obras de reforma en el Gran Teatro Falla, que no comenzarían hasta septiembre de 1986  y que provocarían la interrupción del concurso de agrupaciones en su tradicional sede, trasladándose al Teatro Andalucía hasta su, también, polémico retorno en 1991.

Ese 1984 el Falla apenas si llevaba cuarenta años como lugar de celebración del concurso, tiempo que sin embargo resultó más que suficiente para integrarse en la fiesta de tal forma que ésta quedaba coja sin su presencia.

Porque hablar del Carnaval (y durante la dictadura militar, de las Fiestas Típicas) era y es hablar del concurso de agrupaciones, y hablar del concurso de agrupaciones era y es hablar del Teatro Falla.

Aunque los historiadores del Carnaval ya escriben sobre la celebración de concursos carnavalescos en 1867 y de la celebración de los mismos en un local cerrado en 1889, será en el Teatro Principal donde se desarrollen ya en el siglo XX, y en menor medida en la vecina plaza de San Antonio,  estos certámenes en los meses de febrero. La sala, ubicada en la plaza del Palillero donde hoy se encuentra el Centro Integral de la Mujer, no logrará sin embargo la compenetración que la fiesta conseguirá, a partir de 1949, con el Teatro Falla.

Tal vez a modo de ensayo y cuando la prohibición del Carnaval como fiesta ciudadana por parte del Gobierno franquista estaba aún fresca, en 1940 se celebró en el teatro un festival flamenco en cuyo cartel se colaron la chirigota ‘Los chisperos de Cádiz’ y el conjunto carnavalesco ‘Solera de Cádiz’, con el repertorio de obras del Tío de la Tiza, como recuerda el autor e investigador de la fiesta José Antonio Valdivia. La misma chirigota actuará en el Falla, en septiembre de 1948, dentro de un espectáculo de ‘Los Trotamundos’.

Eran, en todo caso, actuaciones esporádicas, autorizadas por la autoridad al no vivirse en la calle y sí limitada entre las cuatro paredes del coliseo.

Será la tragedia vivida por Cádiz en la noche del 18 de agosto de 1947, con la destrucción de parte de extramuros por la explosión ocurrida en la base de defensas submarinas de San Severiano, la que acabará por meter de lleno al Teatro Falla en la vida del Carnaval gaditano. El gobernador civil, Rodríguez de Valcárcel, autorizará la celebración de un concurso de agrupaciones que se desarrollará el 18 de febrero de 1949.

El certamen, denominado ‘Gran concurso de coros, estudiantinas, rondallas y agrupaciones’  fue organizado por la Delegación de Fiestas. La butaca costaba ocho pesetas, las sillas de tornavoz, nueve, y tres la de paraíso. Fue una función única tras la cual se dieron a conocer de forma inmediata los premios. Participaron el coro ‘Los pastores’, la tuna de la Mirandilla, el coro ‘Los molineros holandeses’, la rondalla isleña Santa María, los coros ‘Los arrumbadores’, ‘Melodía’ y ‘Los carniceros’.

La censura obligaba a trasladar previamente a la autoridad las letras de las distintas agrupaciones, aunque a veces éste no era el principal problema con elque se encontraban. En el certamen de 1951,  por ejemplo, los cortes de energía eléctrica provocaron en diversos momentos que la velada se desarrollase a oscuras.

Primero en febrero y a partir de 1967, en mayo, hasta el retorno de la Democracia, el Falla será el eje central de la fiesta más allá de los actos callejeros, muy limitados a la cabalgata y, durante años, a las casetas que acercaban al Carnaval a un caduco concepto de feria.

El éxito del concurso provocó que año tras año se incrementasen las jornadas de certamen y que muy pronto, en 1954, se redactase el primer reglamento del certamen oficial mientras que la final tenía un apartado especial para las agrupaciones procedentes de la provincia, medida que se suprimiría en 1981. A medida que crecía la expectación por este evento subían también los precios. En 1967 la butaca ya alcanzaba los veinte duros.

El Carnaval y el Falla han estado ligados desde el primer momento a los medios de comunicación. Durante décadas, a partir de 1950, el escenario se llenó primero con los micrófonos de Radio Juventud y Radio Cádiz, a los que se fueron añadiendo otras emisoras, hasta que en 1981 llegaron las emisiones de televisión. TVE provocó más de una bronca ciudadana al obligar durante varios año a retrasar  la final a un horario tardío por cuestiones de programación y, en otras, a interrumpir el propio concurso. El pase a manos de Canal Sur de estas transmisiones llevó la imagen del Carnaval y del Teatro Falla a toda Andalucía.

A principios de la década de los ochenta el gobierno socialista de Carlos Díaz se plantea ejecutar una profunda reforma en el Gran Teatro, al que apenas si se había tocado desde su apertura en 1910. Obras que iban a tener un grave inconveniente: la imposibilidad de celebrar allí el concurso de agrupaciones. Lejos de aplaudir una iniciativa política que pretendía evitar el final de un edificio de gran valor para la ciudad, como antes había ocurrido con otros equipamientos, los carnavaleros más extremistas llegaron a criticar esta medida y a lanzar veladas amenazas ante la posibilidad de un no retorno al Teatro.

Fue el Teatro Andalucía el que tomó el testigo del Falla sin que la esencia del Carnaval quedase afectada. Esta circunstancia provocó que más de un representante político plantease mantener la casa de los ladrillos ‘coloraos’ como sede de la gran final del concurso, celebrándose las fases anteriores en el Andalucía. Era, así, una forma de premiar a las mejores agrupaciones y permitía a la ciudad contar con el coliseo para la celebración de otros eventos culturales ajenos a esta fiesta. La protesta de los miembros de las chirigotas, comparsas y coros pesó más que la lógica y el concurso volvería de nuevo y al completo  al renovado Teatro Falla en 1991, pero con medidas de control estrictas en lo que se refería al consumo de alimentos en el interior. La aparición de restos de alimentos por todo el coliseo, incluso en el lienzo de Abarzuza que cubre el patio de butacas, y los destrozos en el mobiliario tras los días de concurso, fueron otros de los motivos aducidos por quienes defendían un uso más restringido del teatro como sede del concurso de agrupaciones.

Aunque éste, finalmente, se mantuvo en el mismo hasta ocupar ahora un mes entero de su programación cada inicio de año, sí se eliminó otra de las tradiciones de la fiesta que se desarrollaban en la sala: el festival de disfraces. Así, el Falla quedó algo más huérfano.

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